Yo, y todos, crecimos mientras a
nuestro alredededor se agitaban las banderas de los grandes
logros de la Involución, a saber, la educación,
la salud, el deporte, y haber eliminado la prostitución.
En algún momento de
los años 80, una de esas banderas fue arriada: habían
regresado las putas.
Después, pues después llegaron los 90.
Y el sistema de
salud, construido sobre el generoso subsidio de soviéticos et al.,
comenzó un inexorable proceso de deterioro, que continúa hasta hoy,
y del que apenas sobreviven la fama, y un ejército de médicos
famélicos que se van a cualquier antro del planeta para ganarse unos
cientos de CUC al mes.
El sistema de
educación fue menos afortunado. Los maestros cubanos no tienen la
demanda tercermundista que tienen nuestros médicos baratos. De tal
manera, en la medida que avanzaba el Período Especial, se
desmoronaba el también afamado sistema de educación, dejando detrás
estudiantes mediocres, y “maestros” graduados a la carrera,
“instantáneos”, les dicen.
Sin embargo, lo “instantáneo”
no sería tan grave, si no carecieran estos “maestros”, además,
de la preparación, cultura, y vocación imprescindibles de esa
profesión.
Quizás el resultado
más visible de ese desastre es la necesidad de tutores privados que
tienen los muchachos que quieren estudiar en la Universidad. Es
imposible vencer las barreras de los exámenes de ingreso si no se
tiene esa ayuda adicional.
Y tal pareciera
entonces que hay un diálogo de sordos en los Ministerios de
Educación, que no proporcionan un nivel adecuado de conocimientos, a
la vez que elaboran exámenes imposibles de hacer para un estudiante
que no cuente con tutoría privada.
Tutoría que cuesta,
obviamente, dinero. Dinero que muchas familias, la mayoría,
simplemente, no tienen.
Dicho esto, quedaría
aun por determinarse cuánto de responsabilidad tiene ese desmoronado
sistema educacional en la incultura, vulgaridad y falta de civismo
que impregnan, en primer lugar, a la mayoría de los jóvenes cubanos
contemporáneos.
Y para colmo,
entonces, en una sociedad donde el pan ya era pésimo y escaso, el
circo ha quebrado.
El deporte, logro de
la Involución, derecho del pueblo, ha pasado de bandera a trapo, y
no llega ni a los talones de otras épocas.
El voleibol, con sus
“Morenas del Caribe” o el atletismo, donde tantos cubanos
brillaron en su momento y, por increíble que parezca, ¡el mismísimo
beisbol!, todos han caído en picada. Se ha ido desvaneciendo la gloria
cubana en el deporte. El circo, cubanos, está cerrando.
El derrumbe,
entonces, parece ser el signo de los tiempos y del malgobierno
cubano. Si algo ha quedado demostrado exhaustivamente, es que Cuba es
incapaz de sobrevivir como nación, ni como sociedad, sin un subsidio
externo, como fue el de los ex-socialistas, o ahora el venezolano.
La responsabilidad
de esa hecatombe cubana es enteramente del gobierno. Ese aquelarre de
dictadores ancianos, cuyas principales ocupaciones parecieran ser la
búsqueda eterna de parches para su crónica ineptitud, y, por
supuesto, la arenga y el dogma.
Ya no quedan,
entonces, banderas que blandir, ni “logros” de que alardear.
Van quedando solamente escombros.
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