jueves, 6 de febrero de 2014

Derrumbes

Yo, y todos, crecimos mientras a nuestro alredededor se agitaban las banderas de los grandes logros de la Involución, a saber, la educación, la salud, el deporte, y haber eliminado la prostitución.

En algún momento de los años 80, una de esas banderas fue arriada: habían regresado las putas.

Después, pues después llegaron los 90.

Y el sistema de salud, construido sobre el generoso subsidio de soviéticos et al., comenzó un inexorable proceso de deterioro, que continúa hasta hoy, y del que apenas sobreviven la fama, y un ejército de médicos famélicos que se van a cualquier antro del planeta para ganarse unos cientos de CUC al mes.

El sistema de educación fue menos afortunado. Los maestros cubanos no tienen la demanda tercermundista que tienen nuestros médicos baratos. De tal manera, en la medida que avanzaba el Período Especial, se desmoronaba el también afamado sistema de educación, dejando detrás estudiantes mediocres, y “maestros” graduados a la carrera, “instantáneos”, les dicen.

Sin embargo, lo “instantáneo” no sería tan grave, si no carecieran estos “maestros”, además, de la preparación, cultura, y vocación imprescindibles de esa profesión.

Quizás el resultado más visible de ese desastre es la necesidad de tutores privados que tienen los muchachos que quieren estudiar en la Universidad. Es imposible vencer las barreras de los exámenes de ingreso si no se tiene esa ayuda adicional.

Y tal pareciera entonces que hay un diálogo de sordos en los Ministerios de Educación, que no proporcionan un nivel adecuado de conocimientos, a la vez que elaboran exámenes imposibles de hacer para un estudiante que no cuente con tutoría privada.

Tutoría que cuesta, obviamente, dinero. Dinero que muchas familias, la mayoría, simplemente, no tienen.

Dicho esto, quedaría aun por determinarse cuánto de responsabilidad tiene ese desmoronado sistema educacional en la incultura, vulgaridad y falta de civismo que impregnan, en primer lugar, a la mayoría de los jóvenes cubanos contemporáneos.

Y para colmo, entonces, en una sociedad donde el pan ya era pésimo y escaso, el circo ha quebrado.

El deporte, logro de la Involución, derecho del pueblo, ha pasado de bandera a trapo, y no llega ni a los talones de otras épocas.

El voleibol, con sus “Morenas del Caribe” o el atletismo, donde tantos cubanos brillaron en su momento y, por increíble que parezca, ¡el mismísimo beisbol!, todos han caído en picada. Se ha ido desvaneciendo la gloria cubana en el deporte. El circo, cubanos, está cerrando.

El derrumbe, entonces, parece ser el signo de los tiempos y del malgobierno cubano. Si algo ha quedado demostrado exhaustivamente, es que Cuba es incapaz de sobrevivir como nación, ni como sociedad, sin un subsidio externo, como fue el de los ex-socialistas, o ahora el venezolano.

La responsabilidad de esa hecatombe cubana es enteramente del gobierno. Ese aquelarre de dictadores ancianos, cuyas principales ocupaciones parecieran ser la búsqueda eterna de parches para su crónica ineptitud, y, por supuesto, la arenga y el dogma.

Ya no quedan, entonces, banderas que blandir, ni “logros” de que alardear. Van quedando solamente escombros.

Y a mí, pues me queda la curiosidad por saber cuando los cubanos de la isla se tomarán la molestia de, por fin, mirar a su alrededor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario