jueves, 27 de febrero de 2014

No me defiendas, compañero

Difícil e ingrata tarea es defender lo indefendible. 

“Es una cuestión de fé”, me dijo alguna vez un sacerdote jesuita con el que coincidí en una recogida de manzanas.

Mi arrogancia de adolescente omnisciente, arropado en dialéctica y materialismo, ávido de convencer, presto a decir “Tú estás equivocado”, y no “Yo pienso diferente”, se estrelló entonces con la sonrisa suave y los ojos perspicaces de aquel señor, que desarmó mi dogma con el suyo.

Afortunado encuentro, quizás gérmen de mi vocación de librepensador, que me hizo comenzar a entender por qué hay que respetar a quién piensa diferente, aún cuando no se compartan sus motivos. Pero mala cosa para un aprendiz de hombre nuevo; debilidad ideológica, hubieran diagnosticado los inquisidores de la ortodoxia ultraizquierdista cubana.

Sin embargo, aún cuando defender es legítimo y loable, son definitivamente las causas las que determinan si la defensa es noble, digna y, en última instancia, razonable. O no.

De tal manera, no hay un defensor, ni siquiera con la más intachable historia personal, o brillante trayectoria política, profesional, filantrópica, o académica, que pueda salvar una mala causa. En todo caso, su inútil esfuerzo sólo sirve para resaltar lo gris, las grietas, lo hediondo.

Ha sido este el caso de dos desafortunados intentos que he visto en los últimos días.

El primero, una ridícula entrevista a Rosa Miriam Elizalde, donde, entre otras, la señora (¡que es periodista!), justifica nada menos que la censura en Cuba y la vincula enfermizamente a la posibilidad de que los niños cubanos tomen leche (?)

El segundo caso ha sido a manos de Guillermo Rodríguez Rivera, intelectual cubano cuya apasionada incitación a la lectura recuerdo con agrado. El artículo, publicado en el blog del ex-trovador Silvio Rodríguez, es una “respuesta” a un texto de Ruben Blades sobre la crisis venezolana, donde el señor Rivera selecciona una frase del extenso texto de Blades, e intenta armar un ataque, que se queda, al final, en tibia baba.

No me voy a extender en detalles acerca de cuán lamentables han sido estos dos casos. Ahí están los enlaces para esta memoria colectiva que es Internet.

Pero pienso que lo último que le hace falta a Cuba y los cubanos, inmersos en el marasmo que ya dura medio siglo, es más voceros de lo indefendible y, de remate, pobres voceros.

Dime entonces con quién andas, y te diré quién eres. O dime quién te defiende, y te diré con quién andas.

O si, acaso, andas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario