Leía hoy el tema que toca El Pequeño Hermano, el de los ex-funcionarios del dinosaurio que han transmutado en flamantes gusanos. Ahora parece que se une a los ya exiliados Del Pino, Norberto Fuentes y Alcibíades Hidalgo el más reciente rumor, Pedro Álvarez Borrego, defenestrado presidente de Alimport. El tema da para mucho más, al menos desde mi perspectiva. Siempre ha dado para mucho más.
(Aunque todavía sigue mi paranoia jodiendo, susurrándome que este no es sino un adelantado en traje de gusanillo, que va a sentar las bases de un tronco de negocio intermediario para la exportación de alimentos para la futura Cuba y sus herederos; ya sé, suena loco, ¿o no?, pero estoy seguro que pobre no es el señor…)
Yo me temo sin embargo que el escrito del Pequeño Hermano, producto de justa indignación, está empapado en genuina ingenuidad. Y nada más ingenuo que la lapidaria paráfrasis acerca de los traidores pagados y despreciados. Para empezar, el gobierno de los USA adora a los traidores. Y, si estos vienen empujados por vientos de deserción, huyendo de las costas de los enemigos favoritos del gobierno de los USA, mejor aún. Les asegura eso a los USA que el modelo funciona, que están en el camino correcto y que es sólo cuestión de tiempo, dinero y, por supuesto, mas traidores, para que el bien triunfe sobre el mal. Mas que traidores, son desertores, defectors, conversos…
Claro, mientras que el Bien triunfa, a los que sufrimos el mal y vimos en acción a su perpetradores, nos toca ahora verlos aquí, unos recitando sangandongos mea culpa y otros, como uno que anda por Miami, ex-secretario de la UJC, ex-secretario del Partido, ex-joven promesa, ex-cantera de cuadros y ex-eso-lo-vamos-a-discutir-en-el-seno-del-partido, y que ahora dice a quién quiera escucharlo que es que aquello ya no da más, tu sabes, había que irse. Y con él hay decenas de miles, muchas decenas de miles ex-algo, aquí en el exilio.
Yo digo que todas las personas merecemos segundas oportunidades, por qué no, hay que ser tolerantes, pero lo que de veras me jode es ver aquí en el exilio a los mismos cachorros de dinosaurios, los mismos que en Cuba gozaban de prebendas y tenían una vida aparte del resto de los cubanos, esos de apellidos conocidos ad nauseam que, conservando sus mansiones en Miramar y Nuevo Vedado, con todos los hilos de útiles contactos y conexiones en sus manos, listos para ser jalados y convertirse en herederos de lo que quede después de los Castro, están aquí también, manteniendo un perfil bajo, esperando bajo la piedra a que pase el calor.
Y están, por supuesto, listos para seguir traicionando, prestos a volver a reírse de los jodidos, listos para hacer su gran retorno triunfal cuando las circunstancias les sean propicias.
Esos sí que son traidores, los traidores de siempre.
Es que el extremismo les presta la fachada perfecta. Es tan fácil cambiar de casaca en Miami, la memoria es tan corta y las ganas de ganar adeptos vociferantes tan grandes que no hay espacio para la reflexión. Mira a Carlos Otero.
ResponderEliminarHavaneros en NY, habemos muchos, cual de esos eres tu?
ResponderEliminarSergio Pedroso, uno de ellos
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMe confundí y apreté la tecla que no era.
ResponderEliminarDecía que soy de los que no tiene nada de que avergonzarse y, definitivamente, el único havanero. El resto son habaneros.
Amén!
ResponderEliminarCoño te quedo buena esa, havanero, de un habanero
ResponderEliminarPero contradictoriamente, explicas que es tu manera de ver las cosas de la Habana a New York. O es que solo lo eres a conveniencia?
ResponderEliminarPues la verdad es que todo en la vida lo hacemos a conveniencia, inclusive escoger los seudonimos en la web: soy havanero en ny porque no estaba disponible habanero en ny cuando abri el blog.
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