Cada mañana estaciono mi carro en el parqueo trasero de mi trabajo.
Allí me detengo un par de minutos a disfrutar la vista de la marina, a asombrarme otra vez con los cientos de gaviotas, cormoranes y golondrinas de mar y a admirar, con una pizca de sana envidia, los yates y botes que me recuerdan lo buena que puede ser la vida… aunque yo me maree con sólo de verlos.
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