Estando en Cuba, cada vez
que llegaba a mis oídos la noticia clandestina de que alguien famoso
se había “quedado”, o que había abandonado el país, sentía
una rara sensación de vacío, una extraña nostalgia, de que, coño,
se fue, casi como si se hubiera ido un amigo, y eso, por supuesto,
sin siquiera conocer personalmente al recién emigrado.
Recuerdo a Yiki Quintana,
a Salvador, el de “Para Bailar”, a Albita Rodríguez, a René
Arocha, al Duke Hernández, a tantos actores, actrices, músicos,
artistas, cuyos destinos se diluyeron en la bruma de la
desinformación, y en la terrible realidad de otro país donde no había nadie que
los aplaudiera. En fin, era la gente que uno veía y escuchaba, y que
de alguna manera eran parte de lo cotidiano.
Me percato de que en Cuba,
tan cotidiana e inmóvil, para mí esos eran pequeños cataclismos.
Ahora lo veo de otra
manera, porque ahora soy de otra Cuba, que ya no existe. Y me alegra
saber que alguien, aunque no lo conozca, va a tener por fin
oportunidades y vida mejor.
Pacheco, en este caso.
…....................
Hablábamos de cerveza, y
me acordé inevitablemente de esa curiosa ansiedad que hace que los
cubanos, en la proverbial casa-en-la-playa, se levanten en la mañana
y abran una cerveza. Cerveza imprescindible, pues impensable casa en
playa sin cerveza en la mañana, y su sempiterna mesa de dominó. Era
como una carrera para recuperar la cerveza perdida.
Yo traté de hacerlo
también, para no desentonar, pero no pude: beber nunca ha sido lo
mío, mucho menos en la mañana. Mi ansiedad era otra; era por el jamón serrano que había
probado una sola y milagrosa vez, cuando era niño, en una cafetería
cerca del Marazul. Fue tan rara esa ocasión, que a veces pienso que fue una alucinación.
Pero no daban jamón serrano por los planes CTC...
Pero no daban jamón serrano por los planes CTC...
No hay comentarios:
Publicar un comentario