Hay un perverso placer en
depurar los contactos del Facebook.
Yo lo he experimentado. Y
conmigo lo han experimentado.
He eliminado, y he sido
eliminado, sin más ni más, simplemente por esa maravillosa
posibilidad de hacer borrón y cuenta nueva que brinda la vida
virtual. Por aquello de cargue con su pesao.
Y sin embargo, yo no
elimino por maldad. Lo hago por puro elitismo.
Porque, vamos, si
tengo un seudónimo, pues lo uso intensivamente, en primer lugar,
para decir lo que que quiero, sin pensar que dirá fulano si me lee.
Luego, me sirve para adornar mi pequeño digimundo con personas que
ocasionalmente escriben o comparten algo interesante. De esa manera,
se crea uno este mundo imaginario donde todos son ingeniosos,
interesantes, inteligentes y agradables.
Y saca de ese mundo a los que no lo son, como si uno fuera perfecto.
Si tan sólo se
pudiera hacer eso en la vida de afuera, con nuestro entorno, y hasta
con la familia, sería la gran felicidad. Pero somos esclavos de
convenciones y ataduras.
Mientras, aquí
adentro, muchas veces, la mayoría, ni siquiera se da cuenta uno de
que alguien se suicidó en nuestro mundo virtual y desapareció. Aún
en menos ocasiones se entera uno de por qué lo hizo, y probablemente
no sea muy importante.
Yo he tenido el
privilegio de que, al menos una vez, alguien me informara gentilmente
de que se iba y me iba, porque yo le sonaba quejoso y molesto. Pero no
todos somos tan educados.
Es más simple
cargar con su pesao, y lanzarlo por la borda de nuestra nave digital.
O que lo lancen a uno.
No se puede pedir
más.
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