Una amiga cubana y su esposo español iban deambulando por las inmediaciones del Cine Maravillas, que ya se sabe está en la intersección de la Calzada del Cerro, el que tiene la llave, y la calle Palatino, a escasas cuadras de Canal del Cerro, que carece de llave.
Entonces un nativo emprendedor le arrebató la cadena de oro que llevaba mi amiga, y formóse aspaviento y gritería, mientras el español corría tras el caco y gritaba: ¡A por él, a por él!
Fue entonces la suerte que unos policías estuvieran cerca y en buena disposición combativa, y que detuvieran al fugitivo. Y así, mientras el español recobraba el aliento en ese asesino mediodía de 34 grados y 95% de humedad relativa, un guarapo local le dijo a los policías:
“Oe, ese se llama Papito, no Aporel…”
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