Esta mañana la curiosidad
me hizo hacer una simple pregunta: ¿Quién financia a CAFE?
No tengo aún la
respuesta, pero sí tengo ya una conminación, reiterada, a revelar mi
nombre real, y a acompañarla con una foto de mi cara.
Bueno, no me voy a
extender en el argumento de mi pseudonimato. Es, entre otras cosas,
cosa del libre albedrío.
Pero debo decir que, a la
usanza del hábito que no hace monje, el nombre no hace idea. Se leen
y se escuchan tonos y cosas que, la verdad, merecen piadosos
pseudónimos.
En fin, una conversación sobre café, que terminó en agua de borrajas.
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