La idea de la excepcionalidad cubana,
si es que algo así existe, se basaba en que Cuba siendo un país del
Tercer Mundo tenía un sistema de salud avanzado e incluyente.
Además, había un sistema
educacional que, comparado a otras naciones del mencionado Tercer
Mundo, era de punta. De hecho, hubo hasta un boom de los
profesionales cubanos en América Latina, en parte porque eran
buenos, en parte gracias al mito de ese sistema educacional.
Ya nada de eso existe.
Sin embargo, Cuba se
globaliza cada vez más.
Ya hay telefonía celular
masiva, hay casi una decena de canales de televisión, la mayoría de
los cubanos están autorizados a viajar, el regetón impera, al igual
que unas singulares bermudas ajustadas y unos cortes de pelo tipo
Mohawk. Vamos, que apenas hay ya diferencias con República
Dominicana o Puerto Rico; sólo las ciudades destruidas, y las casas
carcomidas y falta de pintura, aun recuerdan nuestra excepcionalidad.
Claro, y la especial
relación de los cubanos con los Estados Unidos.
Los cubanos llegamos a
este gran país, y nos aceptan. Nadie nos pregunta si sabemos el
idioma, si venimos a trabajar o a vivir de la seguridad social, si
somos generales o doctores. Nos admiten sin más dilación; en un año
nos conceden la residencia permanente, y en cinco podemos ser
ciudadanos. ¡Cómo será este estado de excepción, que inclusive
nos regalan la libertad para alabar a ultranza al país y al gobierno
del cual escapamos, y criticar acérrimamente al que nos acogió!
Y de esta otra excepción,
se alimenta la excepción original: las remesas que enviamos a Cuba
se dice alcanzan los 3000 millones de dólares, y con ello se abre un
resquicio a dicha globalización.
Vamos, que Cuba casi, casi
llega ya, como Ulises, al siglo 21.
Pero los cubanos saben a
quién le deben todo ello, quién es el artífice de tanta
excepcionalidad: es la Revolución, por supuesto.
Debe ser por eso que la
cuidan tanto. Porque el día que cambie el régimen político en
Cuba, se acaba la excepcionalidad.
Cuba pasará a ser un país
más del Tercer Mundo, con la misma o más pobreza, y corrupción
rampante, con una clase política enana, y una sociedad disfuncional
que no entiende lo que sucede. Pero sobre todo, ya no serán
bienvenidos los cubanos en los Estados Unidos.
A disfrutar entonces de la
Cuba excepcional, mientras llega la otra, la terrible.
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