Leía la carta abierta que le hizo Irma González Salanueva, la hija del espía René González, al cantante cubano Tony Ávila, que supuestamente participó en agresiones a las Damas de Blanco.
En la carta se describe el atroz
acoso y humillantes agresiones a que fueron sujetas la muchacha y
otros miembros de su familia, cuando su
padre fue detenido por espiar en territorio americano.
Y de pronto, por esas asociaciones que
hacemos los que tenemos memoria, me acordé de los mítines de
repudio, de las brigadas de respuesta rápida, de
los fascinerosos del Contingente Blas Roca golpeando con palos y
cabillas, de las fachadas manchadas con huevos y mierda, de
aquel vecino amable que se iba por el Mariel, y al
cuál una turba arrastró fuera de su casa,
y lo golpeó hasta dejarlo tuerto y
casi muerto; de los pioneros acarreados a
vociferar frente a la casa del que piensa diferente, de los presos de conciencia, de los que
tienen prohibido entrar a Cuba a visitar a su familia simplemente
porque no se ocultan en decir que ese gobierno es una dictadura de
porquería...
Así es, Irma; hay cartas que si se escriben, mejor se envían cerradas.
Así es, Irma; hay cartas que si se escriben, mejor se envían cerradas.
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