La renuncia de los
dos editores de “Espacio Laical”, debido a “la polémica que genera, en determinados sectores de la comunidad eclesial, el perfil socio-político de la publicación”, no debe ser una sorpresa.
Cuba es,
lamentablemente, esa finca, con un solo mayoral, que no ve la
necesidad de dejar ni compartir poder y látigo. Mayoral que deja,
ladinamente, que los otros hagan pininos, que jueguen a la
pluralidad, para venir entonces a medianoche, a sacarlos a rastras de sus camas, y darles un bocabajo ejemplarizante.
Esperar que “Espacio
Laical”, o cualquier otra publicación no “oficial”, tome el
papel que en realidad debe ocupar la prensa en el proceso de reforma
de esa finca, y en la destitución del eterno mayoral, es, suavemente
dicho, ingenuo.
Es como esperar,
sentado y hambriento, peras del olmo.
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