“¡Yo quiero dos
Oreos!”, dice él.
“Uno...”, dice ella.
“Yo creo que ninguno,
porque comiste una chambelona en la tarde...”, dice el otro.
“¡Pero yo quiero
Oreos!”, dice él, la expresión seria.
“Mira”, dice el otro
con expresión docta, “Este es el país más libre del mundo,
donde, cuando hay que tomar una decisión, se hace una votación. Por
ejemplo, nosotros votamos por el Presidente, senadores,
gobernadores...”
“¡En la escuela hicimos
una votación! Votamos en la clase de gym por jugar con las pelotas o
con (ininteligible)....!”, dice él.
“¿Con qué?”, dicen a
coro ella y el otro.
“¡Con
(ininteligible)....!”, dice él.
“Uhmm... OK. Bueno,
entonces ya sabes la utilidad que tiene una votación. Vamos a votar
entonces en ese asunto de los Oreos... ¿Quién está a favor de que
sean dos Oreos?”
Él
“¿Quién está a favor
de que sea un Oreo?”
Ella, y el otro, que
cambió su voto a última hora.
“Entonces, por mayoría,
te toca un Oreo...”
Silencio, y él la
mira a ella, y al otro, y dice con seriedad:
“No me gustan las
votaciones...”, puchero, “¡NO ME GUSTAN LAS VOTACIONES!”, Y un
par de lagrimones le corren por las mejillas.
Risas, y que sean dos
Oreos entonces, de manera excepcional, porque el corazón se ablanda
como un Oreo mojado en leche.
Y así, en aras de la paz, la tranquilidad, y la felicidad, se dió una situación excepcional,especial, temporal...
Como esos eternos argumentos que soportan las tiranías.
Como esos eternos argumentos que soportan las tiranías.
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