miércoles, 18 de septiembre de 2013

El próximo, por favor

Regresa, entonces, Robertico Carcasés.

La sanción sólo duró 72 horas, en el espíritu de Girón, o de las resurrecciones, da igual. Lo importante es que el hombre puede seguir cantando, y manteniendo a su familia.

Claro, me gustaría decir que lo importante es que pueda seguir pidiendo para el pueblo de Cuba lo que él piensa que se necesita, que lo repita, y que se convierta eso en la pièce de résistance de sus conciertos. Pero no creo que eso suceda. Basta con leer que “las conversaciones fueron (tan) positivas” para suponer que los 5 minutos, o más bien, las 72 horas de fama de Robertico, ya pasaron.

Ahora sólo queda (mos) los opinioneros: unos, dirán que es un triunfo de las influencias de Silvio Rodríguez; otros, dirán aliviados que la involución no es tan mala nada, mira para eso, perdonó al Rober, sólo fue un funcionario que no esperó por las instrucciones de arriba; más allá, alguien dice que, ¡las redes sociales, las redes sociales!; o que es un oportunista, que cometió un error el compañero, torpe, extemporáneo, anacrónico; que es un héroe; que es un neodisidente; que es un marihuanero; que no; que sí.

Qué pena, digo yo.

Porque lo vergonzoso es que esto haya sido noticia, que alguien haya dicho que quiere elegir a su presidente, y que casi lo aplasten por ello.

Que haya quien se enfoque en que si el lugar, o la ocasión, o la filosofía, y no en el motivo, no en el reclamo que es, en definitiva, lo fundamental de todo esto.

Que sea tan estática la sociedad cubana que algo tan simple haya sido tomado como bandera o como trapo, depende el lado que lleve el estandarte.

Y ahora, pues todo regresa a la calma chicha de la isla inmóvil y, como en las conclusiones de la clásica bronca, aquí no ha pasado nada, compañeros.

Quedemos entonces, mientras llega finalmente el desmontaje total, cuando estas cosas ya no serán noticia, a la espera del próximo Carcassés, aunque sólo sea para tener de que hablar mientras, por fin, amanece.

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