Hace unos siete u ocho años desperté una mañana y decidí no volver a fumar.
Ya me molestaba estar esclavizado de un horario de vicio: desde el primer cigarro en la mañana, en ayunas y disfrutando del sabroso mareo nicotínico, de la suave taquicardia, hasta completar una cajetilla completa justo antes de acostarme en la noche. Y la peste a humo en ropa, auto y oficina, y aquella muchacha que que besé y su cara de decepción cuando dijo "Sabe a cigarro...". Ya eran demasiadas cosas. Y años, 20 de ellos a razón de 20 al día. Tan intoxicado estaba que pasó un par de meses y todavía mi piel olía a humo.
Un tiempo después de dejar el cigarro vencí mi terror y me hice una placa de pulmones: limpios como cristales. Y pensé entonces que me estaban dando otra oportunidad y, si bien hasta el día de hoy no he perdido los deseos de fumar, nunca mas fumé ni lo haré otra vez.
Hace unos días por fin tomé otra decisión en este afán de robarle unos añitos a Iku: cambiar radicalmente mi dieta.
Si bien dejar de fumar es simple, pues todo lo que hay que hacer es eso, no fumar, cambiar la dieta es muy complejo y difícil.
Yo soy amante de la carne, los embutidos, los quesos, el pan, la mantequilla, la mayonesa, los pasteles de guayaba y la malta, con o sin leche condensada. Para colmo, me creo gourmet. Y, para más colmos, no soy consumidor de frutas, verduras o ensaladas. Ahora todo cambió. Todo lo que amaba ha salido de mi dieta y todo lo que no gustaba ha entrado de manera triunfal. Estoy a base de frutas, ensaladas, sopas y pescado, quizas pollo de vez en cuando.
Dos cosas he notado en estos días: mi panza se ha comenzado a desinflamar y me dieron diarreas.
Yo creo que estoy en pleno proceso de desintoxicación y voy a mantener este régimen ascético hasta que mi colesterol alcance un nivel normal. Después de eso, dieta balanceada: de todo, pero sin exagerar.
Y como si fuera 1986 otra vez: I do!!!.
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