Aé, aé, aé la chambelona

El senador Marco Rubio se estrenó proponiendo una ley que reduzca los vuelos a Cuba porque, ay!, se desvirtua la condición de exilio político de los cubanos. Su propuesta fue rechazada pero sirvió para acuñarlo como más de lo mismo, de lo que está , por suerte, en extinción: el exilio “duro”.

No digo nada nuevo al escribir que ese dicho de “perro no come perro” no aplica a los cubanos. Los cubanos nos despedazamos entre nosotros mismos y después nos asombramos de que ya hayan pasado 50 años de dictadura, que no haya cohesión entre los cubanos, que no seamos capaces de formar una comunidad, pero clamamos por cambios sin pensar que, si mañana los Castro dejan el poder, habrá un vacío espantoso en la política cubana, porque no hay una alternativa inmediata, ni mucho menos un liderazgo de oposición.

El fracaso de Rubio también sirvió para leer en la monótona blogósfera cubana a los patrioteros de siempre, a los que se oponen a los viajes a Cuba, a los que quieren a abolir la Ley de Ajuste porque los que se acogen a ella, según ellos, son unos descarados. Parece que con el exilio se olvidan que llegaron aquí como unos desarrapados, con el rabo entre las patas y dos varas de hambre y sin embargo ahora se purificaron; ya no son exiliados de estómago sino de corazón.

Yo les tengo una propuesta a esos a los héroes de Internet, puros de espíritu de café con leche que, ahora que están a salvo en Mamita Yunai, pretenden que el resto de los cubanos se jodan: Váyanse a Cuba, inicien una revuelta, derroquen a Fidel, invéntense un lider, transformen al pais y resuelvan el problema cubano.

Y así, de paso, pueden demostrar que el estómago también alberga ideales.