Debe ser muy extraño para un niño crecer como estadounidense (o como cualquier otra nacionalidad, para el caso) y tener padres cubanos. Claro, puedo imaginar casos peores, quizas crecer como chino teniendo padres judíos.
El caso es que mi hijo está en plena etapa de aprendizaje, en esa maravillosa etapa entre los dos y tres años. Aprende en español e inglés y los mezcla a voluntad.
Y cuando quiere algo que sabe es inalcanzable, como mi billetera o aporrear el teclado de la computadora, rápidamente echa mano de lo aprendido y suelta un: Please, please, o favor...
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