lunes, 6 de diciembre de 2010

Primero muerto que despretigiao…

¿Hasta donde debemos/ practicar las verdades?
Silvio Rodríguez


Si hay algo que los estadounidenses no soportan es hacer el ridículo. A nadie le gusta, por cierto, pero el caso de USA destaca: es el país más poderoso del mundo, la mayor economía, la mayor potencia militar, el más influyente y toda la arrogancia que de ello emana no deja espacio para asimilar un papelazo. Sin embargo, Julian Asange y Wikileaks los han dejado totalmente expuestos a la mofa del planeta. Y la respuesta no se ha hecho esperar.

Los servicios de Internet establecidos en Estados Unidos (Amazon y PayPal, por sólo mencionar alguno) les retiraron sus servicios a WikiLeaks. Suecia persigue a Asange, Suiza cancela cuentas y la prensa y el gobierno de USA hierven, unos con intensidad, otros con moderación, pero todos contra WikiLeaks, organización ahora considerada abiertamente hostil. Todos contra WikiLeaks, The Matrix vs Neo.
Wikileaks había publicado anteriormente mucha información exponiendo “secretos”. Una buena parte de lo revelado se puede considerar como burda indiscreción en estos tiempos de bombas y fanatismo. Pero también lo hace la prensa norteamericana, ávida de escándalos y sensacionalismo. Por sólo citar un ejemplo, el Washington Post publicó recientemente un reporte sobre las organizaciones de inteligencia del Gobierno de los Estados Unidos, con lujo de detalles, lugares, presupuestos, pelos y señales. Y no pasó nada. Y a mí me pareció una estupidez publicar algo así.

Pero WikiLeaks hizo algo más: laceró el orgullo nacional, dejó en paños menores al gigante, y este no se lo va a perdonar. Sin embargo...

WikiLeaks ha puesto sobre la mesa un tema que es uno de los pilares de la sociedad americana: la libertad de expresión, primera enmienda a la constitución Americana.

Y la libertad en Internet.

¿Hay entonces límites en la libertad de expresión? ¿Se acabó el sueño de los libertarios?

Yo creo que siempre ha sido así, sólo que nadie antes había llegado a esos límites y, por eso, todos soñábamos. Y nos acaban de despertar.

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