Una extraña mezcla de imprevistos y raras circunstancias, unas crueles, otras benignas, fertilizó estas nuestras nuevas raíces. Aquí hemos llorado y añorado, hemos reído y disfrutado. Aquí nació mi hijo, que es lo que yo nunca seré, un neoyorquino de pura cepa.
Aquí he aprendido a degustar un sándwich de pastrami en la cena y un bagel con mantequilla en el desayuno. Ya no me asombra el montón de carros de lujo aunque me sigue deslumbrando la increíble diversidad étnica. Me gusta comprar chorizos y butifarras españolas en el Northern Boulevard en Queens, costillas asadas y congris en un chinchalito dominicano en Long Island y atiborrarme con una picada paisa en Flushing. Sigo alucinando con mangos maduros pero me gusta ponerle blackberries a los hotcakes.
Poco a poco me gana la ciudad, tan desmesurada, tan terrible, con tanto que dar, pero que no regala nada. Es una perra cruel, pero con muchas tetas para ofrecer a sus cachorros.
A mí me sigue pareciendo que estoy de paso, quizás porque no me he enamorado de la cuidad, por más que agradezca la buena acogida.
ResponderEliminarPero por supuesto.
ResponderEliminarTenemos unos amigos aqui que son de los primeros cubanos que emigraron después del desastre. Llevan en NY casi 50 años, aqui nació su hija, tienen un negocio próspero y a toda su familia en USA. Sin embargo no se cansan de repetir algo que yo he hecho mío también: Una vez que te vas de tu país, nunca estás en casa.
A mi tambien me parece que estoy de paso. Y eso que vivo en un pantano donde mis coco-compatriotas-drilos, lejos que permitir que mis raices crescan, se empeñan en cortarlas todos los dias. Tambien creo estar de paso, pero hacia el Norte..aquel brutal y revuelto, dudo que mi nave apunte nuevamente hacia el sur de Cayo Hueso.
ResponderEliminarBueno, emigrar es venderle al alma al Diablo, es condenarse a la añoranza y al remordimiento… pero muy pocos regresan.
ResponderEliminarDicho esto, si de emigrar se trata, para un cubano, USA. O en última instancia, donde esté el dinero. Así de simple.
Suerte