La medianoche del último día del año es quizás el momento más significativo para la mayoría de la humanidad. Es la simbólica frontera, el final de un camino donde otro comienza, el lugar donde nacen las oportunidades. Llegamos a esa fecha exhaustos pero esperanzados, año nuevo, vida nueva, y para ese momento todos tenemos reservado algún ritual propiciatorio: unos comen uvas, otros tiran agua a la calle, los de más allá dan una vuelta a la manzana cargando maletas.
Yo he tenido 31-de-Diciembres de todo tipo. En algunos miré mi cara en el espejo, justo a las 12 de la noche, me deseé felicidades y todo lo mejor y me fui a dormir. En otros, la francachela fue memorable.
Por supuesto, también yo he implantado mi propia tradición: hacer el amor en el primer día del año. Es una sana y placentera tradición que, admito, a veces no he podido honrar por todas las razones del mundo pero que, como todo buen propósito, puede ser recuperado con tiempo y tenacidad. Al cabo le quedan a uno 364 días para ello.
Además de esa mi tradición, en ese año que comenzará en breve me gustaría poder darle más felicidad a los míos, tener una vida más sana y alimentarme más racionalmente. Hasta he jugueteado con la intención de convertirme en vegetariano pero mi esposa le dio un no rotundo a la idea. A lo mejor para el año que viene…
A los míos, entonces, todo lo mejor. A mi vieja, que un milagro le haga más llevadero su mal; a mi viejo, toda la paz, por su espíritu y bondad. A mis hijos, toda la felicidad.
Para todos, Feliz Año Nuevo, salud, prosperidad y buenos propósitos. Y muchas oportunidades para cumplirlos.
Para todos, Feliz Año Nuevo, salud, prosperidad y buenos propósitos. Y muchas oportunidades para cumplirlos.
Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaamén!
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