Los
buenos negocios y la política
comparten una piedra angular: el oportunismo.
Oportunismo
que, en el caso de la política, a veces toma otros nombres:
demagogia, populismo, mesianismo, tiranía. Si se observa con
cuidado, se nota que las líneas que separan un nombre de otro son
tenues, frágiles. Invisibles, en los peores casos.
Lo más
sencillo es agarrar un espantajo -en todas las épocas hay muchos de
ellos disponibles- y agitarlo. Entonces se grita: que uno sabe cómo
neutralizar ese horror, y eso será repetido una y otra vez. En
ninguna de ellas se dirá cómo eliminar esos males: solo se anuncia
la intención.
Y ya.
De esa
manera, Lenin, Stalin, Hitler, el Kemer Rojo, los norcoreanos, Fidel
Castro, todos los dictadores, todos los tiranos, y Donald Trump, han
convencido a la masa crítica, la gris, la moldeable, que el
espantajo es real, y que ellos, los oportunistas, saben cómo
exorcisar a ese monstruo para que la vida sea mejor, para que se
cumplan propósitos inaplazables, esos que siempre son superiores,
puros, excelsos.
El país, la
nación, el futuro, nuestros valores, la supervivencia de lo que
amamos, están invariablemente amanazadas por la sombra de ese
monigote -del espantajo, me refiero, que también tiene muchos
nombres.
Ya sea la plusvalia, los
burgueses, los judios, la intelligentsia
(¡ay!, la intelligentsia...), los
comunistas, el imperialismo, el socialismo, los Estados Unidos, los
inmigrantes mexicanos, ¡aleluya!, no temais: llegó nuestro salvador
a combatir, exterminar, prohibir, cremar, modificar, odiar,
nulificar, deportar.
Simple.
No hace
falta mucho más -o sí: una retórica encendida, oscura, que
entregue eficazmente el mensaje- para iniciar entonces una bola de
fango, que crecerá en avalancha y que, de no atajarse, terminará
invariablemente en un desastre que puede durar medio siglo, o un
período presidencial.
Los
oportunistas causan espanto. Todos se parecen. Todos dicen lo mismo,
en primera y mesiánica persona. Y ya sea “Mein kampf (Mi
lucha)”, “La Historia Me
Absolverá”, “I am
your voice!”, la masa crítica, la gris, la moldeable, siempre
responderá igual:
“Heil!”
“¡Venceremos!”
“Build the
wall, build the wall!”
Y el espanto
entonces se convierte en otro espantajo.
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