miércoles, 20 de julio de 2016

Con tu escasa palidez

Let me tell you something: I thought I was white until I got here...”, decía en la televisión un reportero. Reía, divertido, por el casi absoluto predominio de la raza blanca en la Convención Republicana.

Eso fue hace cuatro años, durante la nominación de Mitt Romney.

Hoy de nuevo se habla y escribe sobre el tema. Como si no se cansaran de asombrarse porque el Partido Republicano es un partido de blancos. Y mientras más blanco, mejor. Un partido donde los escasos negros son mostrados como trofeos; un partido donde, de verse a un hispano, hay muy altas probabilidades que sea en calidad de jardinero o nana.

Claro, a no ser que sean cubanos.

No digo nada nuevo si menciono que el sur de la Florida y sus cubanos eran un bastión republicano. Parece que un sector de los cubanos exiliados en los Estados Unidos se arrimaron al ideario republicano por ser este de línea dura con el desgobierno cubano.

Insisto: era un bastión republicano.

Ahora, con la disminución de la proporción de los cubanos “radicales”, diluidos con la arribazón de la generación de la Y y el regetón, el balance se inclina hacia el antirepublicanismo.

Otra vez, responde esa nueva tendencia a los intereses de los cubanos y su peculiar relación con Cuba.

En una época donde la distensión y la apertura propiciadas por el gobierno americano, y con la promulgación de las “medidas” que el desgobierno cubano, que en sus estertores finales -y prolongados- decidió, entre otros, permitirle viajar y regresar a sus ciudadanos para que fluyera una bocanada de divisas, el republicanismo cubano está a la baja, y así debe continuar.

Y pienso que no hay nada malo en ello; más bien, lo contrario.

En términos generales, no encuentro mucho sentido en apoyar un partido político que rechaza a los emigrantes. Que propugna la supremacía americana -con todo lo que en realidad implica el eufemismo. Que extiende un manto oscurantista sobre fenómenos climáticos globales, para favorecer a la gran industria. Que es antidarwinista, mojigato, beato, que quiere armas para todos, no porque exista una enmienda constitucional obsoleta, escrita en 1791, sino porque uno de sus mecenas, la industria armamentista, y su profeta, la NRA, quieren que el negocio de matar prospere.

No hay mucho sentido en un partido que rechaza a las minorías, que tiene a los Rush Limbaugh y Hannities repartiendo odio y pananoia a voleas sobre un sector de la población desinformado y obtuso. No hay mucho sentido en un partido que, con tal de tener una oportunidad de hacerse con el poder, acepta a un megalómano, ricacho aburrido y egocéntrico, que ha exacerbado el racismo y la crispación nacional, como su candidato presidencial.

No entiendo entonces qué buscan los latinos que apoyan a ese partido. Y no entiendo, por supuesto, a qué aspiran todavía los cubanos que prefieren y defienden el republicanismo.

No hay nada para ellos allí. No hay nada para nosotros. No hay nada para mí.

Y no se trata el asunto de ser demócrata a cambio -que yo no lo soy-: tiene que ver con ser consecuente, tiene que ver con identidad, con sentido común. ¿Que aún no lo entiende? Pues más sencillo:

Tiene que ver con que Usted, mi amigo, mi amiga, no está lo suficientemente pálido para ser republicano.

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