El tipo trabajaba conmigo. Era pequeñajo, vocinglero, baboso, y se sentía papiriqui. Se acercaba a las mujeres como un ofidio; mimi, pero que linda estás hoy, le pasaba el brazo por los hombros y le daba un beso en la mejilla, en cámara lenta, castigador. Ustedes saben de lo que hablo, conocen el tipo.
Había tambien una mulata, casi de seis pies, voluminosa. Andaba con ese contoneo de galeón cargado, mucha cadera, mucho culo, muslos pegados, mulatona doble L. También saben de lo que hablo.
Y fue aquella fiesta sindicalera; la gente en ropita, cerveza de pipa, ponche -ese menjunje dulzón de vaho alcoholico, Ustedes saben...- y una olla de riñones de puerco que hedían a orines a cien metros de distancia. El petimetre estaba en su salsa, como los riñones, repartiendo caricias y halagos a paso doble.
En eso hace su entrada la mulatona, a paso lento, bamboleando su humanidad, y el hombre la ve; se abalanza, extiende los brazos con la intención de agarrar la cara de la joven y estamparle un beso donpomposiano, mientras le decía, "Pssss, dónde está lo mio, mima?"
Y entonces salió de atrás de la mujer un mulatico peso mosca -su esposo, supe después- y descargó, raudo y veloz, un recto a la mandíbula del guaroso. "Eso es lo tuyo, pápa...", le dijo, y se llevó a su dama a la mesa donde estaban los vasos de cerveza, mientras donjuan caía al suelo como saco de mangos filipinos.
Habia hielo ese dia, para suerte de mi colega, que pasó el resto de la fiesta sentado, con una compresa en la frente, y oliendo el alcohol del ponche.
Desde entonces, se le conoció como Dondestálomio. Jodedora que es la gente, Ustedes saben de lo que hablo...
¡Jajaja!! Final inesperado..yo pensaba que era la mulata doble L la que iba a vapulearlo....
ResponderEliminar