Desde el incidente de Ferguson, donde
un policía blanco mató
a balazos a un negro, y
antes de Ferguson, han muerto decenas, centenares de personas, de todo color, de cualquier edad, hasta niños, baleadas en escuelas, decapitadas, estranguladas, y hasta arrojadas
delante de un tren en el Subway. Esta última víctima, por cierto,
un asiático de 61 años; el victimario, un negro.
Ferguson entonces no es el
resultado de un blanco matando a un negro.
Es el resultado de
un pésimo manejo del problema, de la falta de transparencia, de no
hablar y explicar oportunamente. A estas alturas, yo no sé que pasó
en realidad, pues la información es fragmentada, contradictoria, y deja lugar a dudas.
Pero como mismo no
hay una multitud de asiáticos macheteando negros e incendiando
Harlem, o una horda de hispanos cazando rancheros racistas en Arizona
y destruyendo sus propiedades, no hay razón para los disturbios y la
violencia en Ferguson, tengan o no razón los que protestan.
Lo que sucede en
Ferguson es oportunismo bestial, incivilizado, que merece una
respuesta contundente y apropiada.
La turba es la salvajada, da igual el color que tenga.
La turba es la salvajada, da igual el color que tenga.
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