viernes, 24 de mayo de 2013

Ambientalismo o muerte, pereceremos


Leía en Havana Times un post con el título “Por la biodiversidad de Cuba”, y recordé que hace algún tiempo quería comentar sobre algo parecido.

Hace unos años fui a Soroa, y con mis hijas subimos a un par de lomas. El follaje, denso, espeso, el lugar pacífico y silencioso... demasiado silencioso. Y de repente nos percatamos de porqué tanto silencio: no había un sólo animal a la vista, ni un pajaro, ni un trino, sólo silencio en aquellas lomas , y un par de tiñosas en las alturas, en su eterno patrullar.

Le he comentado ese fenómeno a muchas personas, legos como yo, a guajiros sabios, y a algún que otro conocedor académico. Las hipótesis acerca de que la fauna sea escasa son varias, pero dos se perfilan como ganadoras: contaminación ambiental, y caza indiscriminada.

De una forma u otra, hablar de cuidados ambientales y conciencia ambiental en Cuba parece un chiste. Comenzando por los montones de basura en las esquinas, el humo de los carros, las manchas iridiscentes de petróleo en el agua de la bahía, la introducción iresponsable de nuevas especies, en fin, mucho se puede hablar sobre el tema.

A pesar de eso, una de las cantinelas del gobierno cubano es que en USA no hay conciencia ambiental. Y si no fuera porque no los quiero cerca de mí, me gustaría invitarlos a Long Island, para que vean la abundancia de animales, en medio de una de las manchas urbanas más extensas del planeta: decenas de miles de aves migratorias, ánades, patos de diversos tipos, halcones, ardillas, mapaches, gaviotas, cormoranes, golondrinas de mar, en fin, una fiesta para la vista.

También le pueden echar una mirada a las regulaciones ambientales, al inmenso sistema de monitoreo y control de emisiones, a la calidad de las aguas. Se quedarían tan asombrados como mi padre, que no se cansaba de mirar a las chimeneas de las numerosas termoeléctricas, tratando infructuosamente de ver humo saliendo de ellas.

Y no puedo menos que recordar, allá en los 80, cuando casi se aprueba un plan delirante para desecar la Ciénaga de Zapata y usar la turba como combustible...

Cosas de la isla extraña.

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