"(...) you’ve got to establish an
atmosphere of trust. Trust is the coin of the realm.
And you need to do that with other
leaders or people you’re going to deal with, including your
adversaries.”
George Shultz
No tiene sentido alegrarse de
los fracasos de Trump.
No hay porque celebrar
tampoco que la
propuesta de Donald Trump para abolir el Obamacare e implantar otro
sistema de atención médica, Trumpcare que
ya le llaman, haya sido retirada por una
evidente falta de apoyo de todos los demócratas, y de una parte de
los propios republicanos.
No nos irá mejor por ello,
sino todo lo contrario.
El Obamacare, todos lo saben,
está lejos de ser perfecto. Le urgen modificaciones. Precisa ser
algo mejor de lo que es. Necesita, además, ser entendido, antes de
ser modificado.
“Nobody knew that health care
could be so complicated”, dijo hace unos días el presidente
Trump, y eso parece ser lo más sensato que haya dicho acerca del
tema.
Sin embargo, el presidente
intentó demoler el sistema de salud de los Estados Unidos y
sustituirlo con otra cosa que tampoco entiende y que funcionaría de
aun peor manera.
Obviamente,
ni siquiera logró convencer a los suyos de que esa sería una buena
idea.
Quienes a raíz de ese fracaso
se mofan de la fama autoadjudicada de Trump de ser un buen negociador
no están lejos de la realidad, pero hay algo más grave en todo ello
que ese alarde tan vacío de argumento.
No se gobierna por decretos; no
con voluntarismo, no al mejor estilo de corta-y-clava: no creyendo
que todo se resume a firmo-aquí-y-ya-está.
El Presidente no gobierna
un negocio, sino que negocia el gobierno.
Desafortunadamente, no ha sido
así hasta ahora.
Ni siquiera en esta luna de
miel de los primeros cien días de presidencia, ni a lomo del impulso
de la euforia de la victoria, ni tras el blindaje que proporciona la
disposición a la indulgencia de sus partidarios y partidistas, el
presidente ha sido capaz de aterrizar, en este par de meses de
gobierno, proyectos de gran importancia tanto para su credibilidad
como pagador de promesas, como para el bienestar de los Estados
Unidos y sus ciudadanos.
Ya el muro no será ese
instantáneo, pagado por mexicanos, sino que tendremos otro, costoso,
de cuestionada y cuestionable eficacia, construido con el dinero de
nosotros, los contribuyentes americanos.
Las restricciones migratorias,
erráticas, a medio hacer, no funcionan; para colmo, en lugar de más
seguridad nacional, solo han creado caos y exasperación dentro y
fuera del país.
Se suman a ello las
declaraciones irresponsables, de mala tribuna electorera, esquelas
nocturnas en una cuenta de Twitter que parece pertenecer a un
adolescente atormentado por las hormonas: ofensas gratuitas,
delirios, grandilocuencia pedestre, anatemas a todo el que no dé
vivas; failing,
que, ironicamente, es su descalificación favorita a quienes se le
oponen.
Y ahora, pues esta precipitada
propuesta para sustituir el Obamacare con un Trumpcare: propuesta
incompleta, caótica, rechazada no solo por los demócratas -que en
estos días solo reaccionan a trompicones, a la defensiva- sino hasta
por los republicanos más ultra conservadores.
El problema no es solo que este
presidente ha sido pródigo en promesas que no sabe cómo cumplir,
sino que hay evidencia contundente de que Trump está lejos de ser el
negociador que dice ser.
El problema, preocupante en
extremo, es que el actual presidente de los Estados Unidos de
América no es un estratega de pensamiento profundo, respetable en su
consistencia, temible en consecuencia, sino que sigue siendo el
ególatra compulsivo que se lanza con los ojos cerrados contra la
pared a ver si le atina a una ventana.
El problema es que Trump es
además, y precisamente por ello, un pésimo gobernante.
Si el presidente, en lugar de
tratar de cumplir rimbombantes promesas electorales, si en lugar de
seguir los renglones de la ortodoxia republicana de la manera tan
torpe que lo hace -que daría risa si no fuera tan grave-; si en
lugar de andar a tropezones en las entrañas de una bestia política
que dice rechazar y a la que, obviamente, no comprende; si en lugar
de tuitear su bilis, de amenazar e intimidar a sus propios senadores
-si no aprueban esta propuesta están arriesgando su reelección, les
dijo-; si en lugar de ello hubiera creado una comisión que, con
rigor, paciencia, profesionalismo y objetividad (y ya es obvio que
los republicanos pasaron los ocho años de Obama quejándose y no
trabajando en una mejor idea para el sistema de salud), comisión que
diseccionaría el Obamacare, le extirparía lo que le sobra,
insertaría mejoras, puliría angulos, limaría asperezas, si tan
solo se hubiera concedido quizás un año de trabajo para todo ello,
el Presidente Trump sería recordado como el gran reformador que le
enmendó la plana a Obama y a los demócratas, para bien de los
americanos.
Lo cuál, y le ha tomado menos
de cien días para demostrarlo, parece ser mucho pedir.
En lugar de un pensador
confiable, de un líder sólido, atinado, lo que se ve es a un
diletante de aturdido pensamiento táctico; ni remotamente un
general, sino carne de cañón que no solo es un mal negociador
político, sino un gobernante errático que está marcando su gestión
con una capacidad increíble para dilapidar capital político.
***
El paradigma de una buena
negociación, ganar-ganar, sucede cuando todas las partes
involucradas ven sus expectativas satisfechas.
Una mala negociación, ganar-perder, tiene lugar cuando, al levantarse de la mesa, alguien se marcha contento y otro disgustado, porque uno se lleva mucho y el otro poco.
Pero el absurdo total, la-no negociación, resulta finalmente en aquella en la que nadie gana.
Perder-perder, es esta extraña
transacción que ahora vemos donde, ni republicanos ni demócratas,
ni gobierno ni gobernados, están hoy mejor que antes de este otro
descalabro político de este nuestro presidente.
Presidente, constructor de
campos de golf y rascacielos, presta-nombres para una decena de
libros de autocomplacencia que describen cómo ser exitoso a lo Trump
y cómo hacer a los Estados Unidos un país mejor.
Negociador que dice va a esperar a que el Obamacare explote, que entonces vendrán a él, insiste, all those great, wonderful people, a pactar con él, con el gran negociador de contratos de albañilería que, la verdad, no parece tener idea de cómo negociar, para gobernar, y no hacernos que todos perdamos en el intento.
Negociador que dice va a esperar a que el Obamacare explote, que entonces vendrán a él, insiste, all those great, wonderful people, a pactar con él, con el gran negociador de contratos de albañilería que, la verdad, no parece tener idea de cómo negociar, para gobernar, y no hacernos que todos perdamos en el intento.
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