De todo este fiasco que
protagonizó anoche Rachel Maddow en su show homónimo, en MSNBC, hay un par de asuntos que vale la pena
considerar:
La negativa de Trump a
mostrar su declaración de impuestos, si
bien está dentro de sus derechos, despierta atención generalizada
porque, en primer lugar, quién nada oculta, nada teme, y en segundo
lugar porque los funcionarios públicos, entre los que se encuentra
el cargo de Presidente, deben ofrecer toda la transparencia posible
ante la ciudadanía, y Trump se ha negado a tal procedimiemto.
El
presidente de los Estados Unidos se ha negado a tal procedimiento.
Piensen en eso.
Es de
esperar entonces que una noticia sobre dichos impuestos sea algo de
máximo interés, y es por ello que Maddow, al parecer sucumbiendo a
la tentación del “palo periodístico” y el rating, creó en la
tarde-noche de ayer un furor de expectativas para al final
reportar... nada.
Que haya
sido eso una trampa que le tendieron y en la que cayó mansamente, no
lo creo ni por un segundo; no es ella nada tonta: más bien es
partícipe de esa histeria anti-Trump, cada vez más hueca y mas
nociva a la causa del liberalismo y los demócratas.
Pero, más interesante
que el papelazo de Maddow, es saber quién filtró la información.
¿Alguien que simplemente
se tropezó con la W-4 de Trump del 2005 y, sin leerla tal vez, o
leyéndola y no entendiendo, decidió que aquella era la información
esclarecedora que todos quieren ver?
¿O fue el equipo de
Trump el que decidió filtrar intencionalmente esa declaración de
impuestos del año 2005, a sabiendas de que nada reprobable habría
ahí?
Y si este fuera el caso,
¿por qué lo harían?
La única razón que se
me ocurre es que lo hayan hecho como un intento pueril de desvirtuar
las sospechas sobre los impuestos de Trump (2005, really?), o que lo
hicieran para que precisamente la prensa liberal, con ridícula saña,
se lanzara sobre un señuelo, o sea, lo que hizo Rachel Maddow, y
darle así pie al presidente a escribir otro tweet gritando “Fake
news!”, lo cual es uno de sus pasatiempos favoritos.
Ambas razones, sin
embargo, me parecen poco probables, aunque dada la irrascibilidad y
temperamento patológicamente vengativo de Trump, nunca se sabe, pues parece niñato que a todo el que se le opone, sea el New York Times, o un rapero intoxicado, lo tilda de “fracasado”, en el más clásico
estilo de una riña por unas canicas.
Tampoco me parece
plausible, como lo plantean algunos medios, que todo ha sido una
cortina de humo para ahuyentar de las primeras planas al fantasma de
los rusos en la administración Trump. Vamos: el presidente tiene
tanto material polémico para las primeras planas que necesitaría
algo mucho más sustancioso que una anodina declaración de
impuestos.
Dejando entonces a un
lado los motivos por el momento, lo que me resulta interesante es
que, de haber sido el equipo de Trump el responsable de la
filtración, por qué no publicaría alguna otra declaración de
impuestos, más reciente.
¿Estarán entre esas las que
Trump no quiere mostrar, por ocultas razones que a todos nos
interesan?
¿Sería entonces Trump el que
autorizó personalmente la “filtración”?
¿Estaría entonces el
presidente tratando de ocultar a la opinión pública algo
fiscalmente impugnable?
¿Se puede confiar en este
hombre, que además de arrojar dudas sobre su honestidad financiera,
lanza acusaciones de extrema gravedad y sin sustento, mostrando un
escasísimo sentido común, por no mencionar el daño que causa a la
imprescindible dignidad del cargo de Presidente que representa a los Estados
Unidos de América y sus ciudadanos?
De ese tipo de preguntas se
deben ocupar los Maddows de este mundo, y no del sensacionalismo que
le ha ganado a NBC, merecidamente, la mofa de uno y otro lado del debate político.
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