Hay una buena parte del exilio
cubano que ha reconstruido su vida, y la de su familia, viviendo de
manera digna y decorosa.
El exilio cubano que, se sabe,
subvenciona en buena medida la economía cubana.
El exilio cubano, variopinto
como es, que cuenta además con una inmensa cantidad de exitosos
profesionales, empresarios, intelectuales, deportistas, y artistas.
Tengo el privilegio de conocer a algunos personalmente, y a varios
los puedo llamar amigos.
A todos ellos, a todos
nosotros, que ostentamos, y con orgullo, diversas ciudadanías, a
todos los que salimos de Cuba porque nuestro talento, vida y futuro
estaban sofocados bajo la mole de escombros que apiló sobre nosotros
el desgobierno de la isla, nos llama, los llama “ex-cubanos”un impresentable personajillo de la claque oficialista cubana, un tal Randy Alonso.
El triste vocero llama
ex-cubanos a los deportistas cubanos que, bajo la bandera de otro
país, compitieron en las Olimpiadas. Por extensión, nos llama
ex-cubanos a los que tuvieron, tuvimos, la oportunidad y el talento
para salir de Cuba y hacernos de una nueva y mejor vida profesional y
personal gracias a las oportunidades que en la isla no existen.
No sé a derechas quién
es ese hombrecillo, ni cómo llegó a ser una suerte de voz y rostro
de la oficialidad, confirmación por demás de que ese ente, la cosa
oficial, es muy fea.
Tengo entendido que llegó
a la televisión junto con las mesas redondas, y yo, que tuve la
suerte adicional de librarme de conocer tales cosas al dejar Cuba en
el año de gracia de 1997, pues me enteré de la existencia de este
ejemplar de la nueva horneada panfletaria muchos años después, y
eso solo porque tengo el hábito de leer en Internet sobre Cuba.
Este compañero debe
haber sido sacado a flote por la putrefacción de la profunda crisis
socioeconómica de los años noventa en Cuba: había entonces que ser
muy desalmado para sentarse a defender lo indefendible, a manipular,
a desinformar. Y hay que ser muy miserable para seguirlo haciendo
todavía.
Nadie, y mucho menos
alguien que no aporta nada a la cubanidad, al país, que no es capaz
siquiera de ganarse la comida que consume, tiene la potestad ni la
autoridad, moral o legal, para descalificar a un cubano tan solo
porque este viva y prospere en otro lugar.
Vamos: uno ya no es de
Cuba porque allá no vive y con toda probabiliad nunca más lo haga.
Pero uno sigue siendo cubano, porque, como escribí casualmente hace
unos días “tan solo por decir ´soy mexicano, soy español, soyamericano´, no se le desprende a uno la cubanía, que es costra,piel y entraña”.
Sirva esto para calar la
mediocridad rampante de los informadores y de los medios de
comunicación en Cuba, que siguen depredando amparados por el aparato
oficialista y la total falta de libertad de expresión.
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