Hace unos meses, cuando la imagen de la
candidata Hillary Clinton comenzó a mostrar fisuras, a hacer aguas,
me cansó verla y escucharla. Fue ese el resultado de una
sobreexposición, de la saturación a que hemos sido sometidos los
que seguimos el proceso electoral.
De repente, dejó de ser atractiva.
Aun cuando en política una semana es
una eternidad, y no hay manera segura de extrapolar, siento que algo
similar está sucediendo con Donald Trump.
No pasa una semana sin que, ya sea por
su por muchos sospechada incapacidad mental, o por una estrategia
inútil y defasada con el momento político, el candidato Trump
inaugure una nueva controversia.
Puede que a sus partidarios más
acérrimos eso les resulte congruente, deseable, y hasta gracioso,
pero siento que a muchos de nosotros, los demás, ya nos agobia que
la primera noticia del día sea “Trump dijo...”
O sea que ya, por cansancio, Donald
Trump también ha comenzado a ser, además, aburrido.
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