Tengo algunas historias sobre alguien
a quien llamo Gretel. Algunas ya hasta tienen final
escrito; otras están a menos de medio escribir.
En lo que decido qué hacer con ellas, he aquí algo al respecto:
En lo que decido qué hacer con ellas, he aquí algo al respecto:
***
Gretel regresó a Cuba a exorcisar un
par de sombras y a desenterrar a sus muertos.
A su madre, pasada de coqueta, rallana en puta, y diabética; muerta por demasiado ron, aun más cigarrillos, sobrepeso de grasa de cerdo y fritanga de viandas.
A su padre, alcohólico, pendenciero, abusador, ahogado por un enfisema.
Gretel regresó a Cuba y dejó las sombras intactas, en sus rincones. Los huesos de sus padres, guardados en una funda de almohada que se robó del hotel, los tiró en una loma de basura que supuraba un caldo negro y fétido de tres semanas de fermentación.
A su madre, pasada de coqueta, rallana en puta, y diabética; muerta por demasiado ron, aun más cigarrillos, sobrepeso de grasa de cerdo y fritanga de viandas.
A su padre, alcohólico, pendenciero, abusador, ahogado por un enfisema.
Gretel regresó a Cuba y dejó las sombras intactas, en sus rincones. Los huesos de sus padres, guardados en una funda de almohada que se robó del hotel, los tiró en una loma de basura que supuraba un caldo negro y fétido de tres semanas de fermentación.
Esa misma tarde, mientras
la muchacha alistaba sus maletas, un destartalado camión cargó con
la podredumbre y los huesos. El taxi que llevaba a Gretel al aeropuerto cruzó por debajo de puente de 100 y Boyeros justo cuando
el camión descargaba su inmundicia en el basurero de 100.
Gretel murmuró unas
gracias apresuradas, le regaló veinte dólares al taxista, y se alistó para irse de nuevo, y por última vez, de Cuba.
Un hombre, en camisa de mangas
largas, nariz y boca cubiertas con un pañuelo sucio, la cabeza
cubierta por un sombrero astroso y los pies por unas botas raídas y
sin cordones, hurgaba en la basura y encontró la funda.
Cuatro horas después, mientras Gretel subía a otro taxi en el aeropuerto Benito Juárez del DF, el hombre, sentado a la vera de unos matorrales, revolvía un caldo hirviente, la cena de esa noche.
Cuatro horas después, mientras Gretel subía a otro taxi en el aeropuerto Benito Juárez del DF, el hombre, sentado a la vera de unos matorrales, revolvía un caldo hirviente, la cena de esa noche.
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