Al hospital vino mucha gente a verlo; ex-alumnos, amigos, amigos de la familia. No les importó que estuviera inconsciente, demente: simplemente vinieron, conversaron con nosotros, nos confortaron.
Entonces se muere el viejo, y nos dicen en la funeraria que le tocan solamente tres coronas de flores, porque no hay suficientes flores, en este trópico de porquería. Nosotros, pues ya sabes, tres hijos, mamá, y los nietos. Ni a corona por cabeza.
Llamé a gente, di carreras por toda la Habana, y por fin resolvimos el problema. Nos costó una buena cantidad en dólares, claro, pero al menos el viejo tuvo cuatro coronas…”
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