domingo, 21 de septiembre de 2014

Morirse en La Habana

“El viejo se murió entre contradicciones, ¿tú sabes? En un cuarto de hospital, decente para las circunstancias, con los medicamentos que Uds. nos mandaron, y los antibióticos de última generación que le administraron aquí.

Al hospital vino mucha gente a verlo; ex-alumnos, amigos, amigos de la familia. No les importó que estuviera inconsciente, demente: simplemente vinieron, conversaron con nosotros, nos confortaron.

Entonces se muere el viejo, y nos dicen en la funeraria que le tocan solamente tres coronas de flores, porque no hay suficientes flores, en este trópico de porquería. Nosotros, pues ya sabes, tres hijos, mamá, y los nietos. Ni a corona por cabeza.

Llamé a gente, di carreras por toda la Habana, y por fin resolvimos el problema. Nos costó una buena cantidad en dólares, claro, pero al menos el viejo tuvo cuatro coronas…”

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