Es curioso que haya
palabras de alto calibre que simplemente no hacen mella.
Se reía aquella
muchacha divina, aquella vez que, en uno de esos intercambios
fugaces, en una calle del desierto mexicano, de un carro me gritaron
“¡Anda, pendejo!”, y yo respondí “¡Dale pa´la pinga!”, y
mientras ella reía, el otro me miraba perplejo.
En inglés, pues me
suenan aun más descafeinadas y sosas algunas de las cosas que se
dicen por acá.
Por ejemplo, nigger,
palabra que sólo se atreven a escribir como la “N-word”.
O spic, como se dice
que se le dicen a los hispanos en general; wetback a los mexicanos,
en lo particular. O guinea, a los italianos. O mick, a los
irlandeses.
Pero, a pesar de
estos desencuentros “culturales” que me salen sobrando, siempre
hay algo que toca el nervio, algo que jode.
Latino, es en mi
caso una palabra que encuentro particularmente desagradable. Latinoamerica no existe. Y yo, pues soy cubano, y no necesito más afiliaciones.
Pero es más fácil que pase el bíblico camello por la proverbial aguja antes de que alguien aquí sea capaz de entender que hay una treintena de paises que, lo que apenas tienen en común, es el idioma español.
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