Email con tono de emergencia:
“Papá, la oponente de mi tesis me dió las preguntas, ¡Ayuda con la segunda!”
Y Papá le responde. Y entonces:
“Esto tiene bastante lógica, ya se lo mandé a (...) para ver q le parece, gracias papito, deberías venir y ripearte con la vieja esa, jejeje. Estás escapao... Besos”
A Papá no le cabe un alpiste enano.
miércoles, 26 de junio de 2013
martes, 25 de junio de 2013
Historia del mono y la cadena
El dicho ese que habla de
jugar con el mono, o con la cadena, lo he escuchado y leído en las dos
formas en que se puede permutar: jugar con la cadena, pero no con el
mono; o jugar con el mono, pero no con la cadena.
Le encuentro sentido de
ambas maneras, dependiendo de qué quiera uno expresar con la
alegoría: juega con las reglas (la cadena) pero no con el poder (el
mono).O juega con el poder, pero no con las reglas. En los dos casos
la idea es que no se libere al mono, porque entonces tenemos un
problema. Grande.
Y es precisamente la
segunda combinación la que me ocupa, el eterno jugueteo con el
poder, el escarceo, azuzar al mono con un palito, pero manteniendo la
vista en la cadena. Cuidado con la cadena.
En cierta forma de eso se trata este post que escribe Eduardo del Llano.
Trata el escrito sobre ese
coqueteo inocente que el mono ha tolerado, por considerarlo como lo
que ha sido, y aun es: una inofensiva válvula de escape. Y EdL lo
llama crítica, y dice que tiene hasta historia.
Cita entonces a varios
valientes adalides cuya actitud ha contrastado, y contrasta, según
él, con lo que dice la “ralea de emigrados”, o los “fundamentalistas”.
Y continúa con algunos ejemplos más o menos desfortunados de
rebeldes y sus obras de rebeldías. Silvio Rodríguez anda en el
grupo.
Hay que respetar la
decisión que cada persona debe tomar acerca de si se opone o se
pliega, o si debe hablar y, si habla, si debe decir lo que hay que
decir. Pero, si no lo hace, entonces mejor que calle. Un poco de
pudor y ya está.
Hay que ver que hace
tiempo que urge que a las cosas se les llamen por su nombre.
Aburren las veladas referencias, los chistecitos, los juegos de
palabras, el decir “esto está malo”, y aguantar la respiración
a ver que hace el mono. O si aguanta la cadena. Y sentirse un héroe.
A estas alturas pienso que
hay una sola forma de cambiar el juego: otra cadena, y otro mono.
Y si eso me coloca, según
ese señor, entre la ralea y el fundamentalismo, la verdad me siento honrado.
La verdad os hará libres... y ocasionalmente desempleados
Un amigo estaba en cierta
ocasión en un bar con una muchacha que no era su esposa. Alguien lo
vió, y le dió el aviso a la esposa de mi amigo.
Llegó la señora al bar,
se plantó enfrente de mi amigo y su compañía, y le soltó el
proverbial: “¡Ajá, así te quería coger!”. Mi amigo, medio en
nota, entonces hizo gala del más extremo ejemplo de desentendimiento
del que yo tenga noticia, y le respondió: “Alina, no soy yo, me
estás confundiendo con otra persona...”
Recordé esta historia al
leer que Paula Deen, una de las personalidades más populares en la
televisión en EEUU, específicamente en el mundo de la cocina, acaba de ser despedida del Food Network.
La razón: admitió en una
entrevista que alguna vez en el pasado utilizó la palabra “niggers”,
la famosa N word.
No me voy a meter en el
berenjenal que representa que en este país todos sean racistas de
alguna manera, lo que me pregunto es por qué Paula Deen admitió
todo ese asunto.
lunes, 24 de junio de 2013
Espejismos
Los graduados
universitarios cubanos tuvieron (tuvimos) un auge sin predecentes en
los años 80 y 90 del pasado siglo. Una aureola de leyenda nos
rodeaba y, en algunos países, eran (éramos) bienvenidos, y hasta
bien cotizados.
Los médicos,
fundamentalmente, eran la parte más visible de ese fenómeno. La
medicina cubana gozaba de fama, además de por la excelencia de
muchos médicos, por el exotismo de la gratuidad y la masividad, a
pesar de ser Cuba un país del Tercer Mundo.
El Polo científico, la
potencia médica, una incipiente industria farmaceutica, la
biotecnología, un par de medicamentos novedosos, todo ello fue parte
de la historia que se contaba sobre Cuba y sus logros.
Después, llegó la
sobriedad, y la realidad alcanzó a la leyenda.
Las instituciones en
ruinas, la falta de rigor en la selección de los estudiantes de
Medicina, el desmorone de los valores tradicionales de los cubanos,
la sociedad en crisis, la falta de acceso a información, el
enquistamiento, la emigración de mucha gente valiosa, todo ello le
asestó un mazazo mortal a la otrora pujante fuerza profesional
cubana.
Hoy, muchos médicos
cubanos han logrado revalidar sus títulos en otros países. Otros
muchos, no. Y a pesar de que los últimos destellos de la leyenda de
los profesionales cubanos aún se perciben en algunos lugares, la
realidad es que, cada vez con más fuerza, surge la idea de que los
médicos cubanos no están lo suficientemente preparados, de acuerdo
a los parámetros de otras naciones.
Brasil ha aportado el
último ejemplo de esta nueva tendencia, al rechazar recientemente la
presencia de médicos cubanos, aceptando en su lugar a médicos
españoles y portugueses.
Yo he conocido a muchos
médicos en el exilio: buenos, mejores o peores. Algunos, han logrado
imponerse y ejercen su profesión. Otros, se han conformado con la
enfermería. Los que aun luchan por su título y profesión, se
debaten como posesos en pasantías de pesadilla, frecuentemente en
otro idioma, compitiendo con profesionales talentosos, 10 ó 15 años
más jóvenes que ellos, enfrentando niveles de exigencia y
excelencia sin precedentes.
Así, una amiga doctora
lleva 10 años tratando de revalidar el título, agobiada por
problemas personales y el terrible inglés, pero con una voluntad de
hierro.
Otro que se queja de lo
exigente que es su jefe en el hospital, imagínate, me dice, después
de un día agobiante, de haber atendido a 80 ó 100 pacientes, no me
tolera que me haya equivocado en dos diagnósticos.
El médico de mi hijo, un
reconocido especialista y académico norteamericano, al saber que
ibamos a viajar a Cuba hace un par de años, se mostró confiado:
“Muy buenos médicos por allá, no tendrán problemas...”
Leyenda y realidad,
talento y mediocridad, es esta una historia en la que hay de todo.
Pero, sobre todo, es una historia que muestra que hay algo más que debe ser enmendado.
Pero, sobre todo, es una historia que muestra que hay algo más que debe ser enmendado.
Ad nauseam
Una persona muy cercana a
mí, desbordando entusiasmo y optimismo, integra un grupo de expertos
en economía y finanzas que visita China y Vietnam. El objetivo:
estudiar las reformas económicas de esos países.
Sucede esto justo después
que Raúl Castro ha visitado Shanghai y ha manifiestado su asombro
por los logros de la sociedad china.
Fecha: finales de la
década de los 80, principios de los 90 del pasado siglo.
Y esta nota, que se llama "Mirando a Asia", destaca que Díaz Canel, más de 20 años más tarde, visita los
mismos lugares, hace las mismas cosas, dice las mismas boberías, es decir, sólo mira, como hicieron los que estuvieron antes que él...
viernes, 21 de junio de 2013
Nombres, nombres...
Me resultó curioso leer en el enlace que puse en el post anterior que el autor menciona el “discurso demagógico de Occidente”
Llevamos como rémoras términos que son, o bien clichés, o herencias de otras épocas. ¿Qué es ese Occidente, que menciona el autor?
No un punto cardinal, obviamente. Probablemente se trata del mundo capitalista desarrollado, no importa si a este pertenecen Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos de Norteamerica o Japón. Eso es Occidente, de acuerdo a los que antes estaban en el Oriente, es decir, al extinto campo socialista que fue, dicho sea de paso, el Segundo Mundo.
O quizá sólo sea “el enemigo”. Igual le podríamos llamar Mordor, Voldemort o Quien-tu-sabes. Pero le siguen llamando Occidente. De hecho el Occidente se llama a sí mismo Occidente. Queda por ver cómo se considera a sí mismo Japón, o como se va a llamar a sí misma China, que en breve debe ser la primera potencia mundial, aunque es sabido que por aquellos lares gustan de llamarse Imperios.
Es confuso.
Por otra parte, a pesar de que ya no hay Segundo Mundo, sigue habiendo un Tercero: el resto del planeta, que es capitalista también, pero que es tan subdesarrolado que no merece promoción al segundo lugar, que por ahora está desierto, ocupado sólo por Corea del Norte, supongo.
En cuanto a lo del “discurso demagógico”, bueno, eso debe ser cualquier cosa. Es una frase que rechina de tanto uso y que suena a Konstantinov, Afanasiev y Quien-tu-sabes, este último no el Occidente, sino el nuestro, el viejito mesiánico.
Y como si fuera poco con tanto punto cardinal fuera de contexto, el hijo de Kardasian y el rapero se llama North West.
Que tengan buen fin de semana...
Llevamos como rémoras términos que son, o bien clichés, o herencias de otras épocas. ¿Qué es ese Occidente, que menciona el autor?
No un punto cardinal, obviamente. Probablemente se trata del mundo capitalista desarrollado, no importa si a este pertenecen Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos de Norteamerica o Japón. Eso es Occidente, de acuerdo a los que antes estaban en el Oriente, es decir, al extinto campo socialista que fue, dicho sea de paso, el Segundo Mundo.
O quizá sólo sea “el enemigo”. Igual le podríamos llamar Mordor, Voldemort o Quien-tu-sabes. Pero le siguen llamando Occidente. De hecho el Occidente se llama a sí mismo Occidente. Queda por ver cómo se considera a sí mismo Japón, o como se va a llamar a sí misma China, que en breve debe ser la primera potencia mundial, aunque es sabido que por aquellos lares gustan de llamarse Imperios.
Es confuso.
Por otra parte, a pesar de que ya no hay Segundo Mundo, sigue habiendo un Tercero: el resto del planeta, que es capitalista también, pero que es tan subdesarrolado que no merece promoción al segundo lugar, que por ahora está desierto, ocupado sólo por Corea del Norte, supongo.
En cuanto a lo del “discurso demagógico”, bueno, eso debe ser cualquier cosa. Es una frase que rechina de tanto uso y que suena a Konstantinov, Afanasiev y Quien-tu-sabes, este último no el Occidente, sino el nuestro, el viejito mesiánico.
Y como si fuera poco con tanto punto cardinal fuera de contexto, el hijo de Kardasian y el rapero se llama North West.
Que tengan buen fin de semana...
Entre lo tanto que se lee acerca de
Cuba y las posibles soluciones a sus
problemas, casi todo es de naturaleza radical: se pide borrón y
cuenta nueva, que salga el gobierno actual, que se convoque a
elecciones libres, libertades de todo tipo, etc. Es dinamitar y
reconstruir.
De pronto, leo sobre una polémica que ha desatado una tesis en la Facultad de Periodismo, y la sensación
que recibo es que esos muchachos están tratando de hacer, en lugar
de trabajo de dinamiteros, la labor de delicados cirujanos que
separan tejido canceroso de la carne sana.
Y puede ser este un
trabajo lento, inclusive futil para algunos, pero pienso que es
necesario. El propio asunto de la tesis, desde aqui, parece inofensivo: el submundo de los lugares abiertos donde los homosexuales tienen relaciones sexuales, tratado en el contexto de una carta escrita a Reinaldo Arenas.
Por otra parte, parece extraño que un tema que ha sido sancionado como kosher por la infanta Mariela Castro provoque marejadas en la Facultad de Periodismo.
En fin, no creo que el cambio que la mayoría
queremos para Cuba sea una cura universal. Al
contrario, debe ser una apertura violenta de una caja de Pandora que
lleva medio siglo tapiada y bajo presión.
El desmontaje sereno
e inteligente de esas cerraduras, y el atajo a tiempo de algunos de
los males que vienen, es algo digno de admiración y respeto.
Les deseo suerte, en ese jugueteo con
los censores y lo estancado, la van a necesitar.
El poder gris
Tiene la turba esa
espantosa dualidad que, lo mismo hace caer La Bastilla, que agrede y
humilla a un hombre, su esposa y sus hijos sólo porque piensan
diferente.
La turba tiene tantas
caras como personas que se arremolinan en su vientre. Es
impredecible, cruel y simple, como lo es un niño. La turba puede dar
vivas o puede llamar a muerte; la turba puede exigir, gritar, marchar
o puede apedrear, incendiar y linchar. La turba reclama derechos,
derriba gobiernos, quema herejes, viola mujeres y hace piras con libros.
La turba es una bestia informe; es una sola, y es anónima.
Yo conocí temprano a las
turbamultas, marchas combatientes las llamaban en Cuba. Turbas
domesticadas, mansas, uniformes, monótonas, se enteraban de que eran
una turba porque se les decía que lo eran. Y se les decía, además,
donde y cuando comenzar, por donde caminar, qué gritar, y donde y cuando
terminar. Ajenas a lo espontáneo, ridículamente coreográficas,
comparsas más que marchas, rebaños más que turbas, pero en ese
entonces parecían vox populi.
Debo quizá exagerar y
parafrasear, y decir que quien de jóven no estuvo en una turba, no
tuvo corazón; quién de adulto se va a la turba, no tiene cerebro. O
quizá ahora soy más conservador, si bien el mismo tonto de siempre.
El hecho es que no creo en
las turbas sin causa y, además, hace tiempo que decidí no
pertenecer a ninguna. Ni a las que marchan, ni a las que gritan, ni
a las que leen o escriben o dicen. No hay nada para mí en el molote,
en la homogeneidad, en la cosa gris. Si tengo algo que hacer o decir,
lo hago y lo haré, pero no será en una turba.
No creo entonces ni en los
indignados de Nueva York, ni en el mar de gente en Brasil. Creo que
unos y otros solamente disfrutan del intoxicante poder de la masa
anónima, de la convocatoria incendiaria de la red social, de lo
contestatario per se, de la no-causa, y que hacen lo que hacen por
una sola razón: porque se puede.
Es un nuevo fenómeno, es
la gente jugando a insubordinarse.
Sin embargo, hay que
admitirlo, algo bueno tienen estas turbas contemporáneas, y es que les recuerdan a los
gobiernos, tan alérgicos a la anarquía y la protesta, que hay allá
afuera un Younger Brother, aburrido y observando, uno que sólo necesita
un tweet que se convierta en avalancha, y entonces todo se va a la
mierda.
Tan sólo por eso, digo
entonces, que se haga la turba.
Aunque no me guste.
martes, 18 de junio de 2013
Nosotros, los comestibles
No me gustan las mascotas
Me parece arrogante poseer
un animal para diversión personal. Pajaros invariable y tristemente
enjaulados, peces confinados en espacios brutalmente pequeños,
perros y gatos que parecen eunucos y que obviamente son una
aberración en el universo darwiniano.
Somos los únicos animales
que poseen animales, y sólo porque decimos que estamos un escalón
más arriba en la escalera evolutiva, sistema y término que nos
hemos inventado. Y, sin sonrojarnos, nos decimos el pináculo de la
evolución, a pesar de que somos los únicos animales que matan por
placer.
Somos la única especie
gracias a la cual existen asesinos en serie, guerras de exterminio,
pedófilos y políticos. Somos los únicos seres vivos que destruyen
su habitat por codicia, por estupidez, por negligencia, o por ninguna
razón explicable.
Y entonces poseemos
mascotas, a otros animales, porque supuestamente somos inteligentes,
y los animales no lo son.
Si admitimos entonces que
los seres humanos tenemos natural ascendencia sobre el resto de los
animales, ascendencia que nos ha hecho adjudicarnos el derecho a
poseerlos, criarlos, matarlos o comerlos, pienso entonces que debemos
estar preparados para que una especie más inteligente que nosotros
nos posea, nos agrupe en rebaños, nos mate a voluntad y se alimente
con nuestra carne.
Y por cierto, según la ecuación de Drake, la probabilidad de que algo
así suceda parece ser realmente alta...
N = R* • fp • ne • fl • fi • fc • L
lunes, 17 de junio de 2013
Deja vu
No dudo ni por un instante
que las intenciones del Dr Esteban Morales sean las mejores, y lo
digo sin el menor asomo de sarcasmo. Lo digo porque realmente lo
pienso así.
Yo he conocido a lo largo
de mi vida decenas de Esteban Morales. Incluso en mi familia hay al
menos un par de ellos.
Un tío querido, y ya
fallecido, siempre se negó a abandonar la misérrima vivienda donde
crecieron sus seis hijos, que huyeron despavoridos de allí en cuanto
tuvieron la oportunidad. Decía mi tio que “hay compañeros con más
problemas que yo, y que necesitan mas una casa que nosotros”
Mi tio era un tipazo, un
hombre de su palabra, respetado por todos, guajiro de mirada azul
relampagueante, de temperamento explosivo y escaso discurso. Un tipo
que no daba ni pedía tregua, militante de su partido, incorruptible,
vanguardia nacional. Mi tio tenía un sentido del humor que lo
equiparaba a Samuel Feijoo. Fue un ingenuo que murió en paz consigo
mismo, amado por su familia, que nunca le perdonó toda una vida de
miserias a nombre de nada.
En mi tiempo en Cuba yo no
conocía de Esteban Morales, como tampoco conocía de muchas otras
personas que han salido del anonimato de su entorno profesional
gracias a las redes sociales.
Pero desde que he
comenzado a leer artículos o noticias que tienen que ver con el
señor Morales, el deja vu no me deja tranquilo. El hombre es mi tío,
y es todos esos ingenuos que he conocido y que han soportado, con la
venda de sus ojos y la fortaleza de sus dogmas, a la mierda de
gobierno de mi país.
Esta entrevista (parte 1 y
parte 2), donde entre otros describe las consecuencias que tuvo para él escribir un artículo crtiticando la corrupción en Cuba, es uno más de esos escritos.
Me llaman la atención
varias cosas. Primero, la fidelidad casi perruna de Morales. Segundo,
el léxico, las ideas basales: dice, sin variar una letra ni cambiar
el tono, que ya suena ancestral, lo mismo que escuché desde que tuve
uso de razón. Es el mismo mantra, la misma idea de sacrificio, el
Partido por encima de todo, Corea del Norte, los Hombres de Pánfilov,
La carretera a Volokolamsk, Así se templó el acero. Ese tipo de
cosas.
Ese tipo de cosas que
acabó con lo bueno que pudo tener la Revolución Cubana, que apañó
lo tenebroso, que fomentó el estancamiento, la impunidad, el
desastre nacional.
Yo entiendo que un anciano
de 70 años, que dedicó una vida a una idea, o a un ideal, no puede
dejar de creer de repente: es como dejar un vicio o amputarse un
miembro, voluntariamente. Es reconocer que ha estado equivocado toda
su vida.
Pero podría callar por
pudor, quizá.
En fin, he aquí algunas
de esas frases, que están en esa entrevista, y que me llevaron de
regreso a reuniones del sindicato, a escuchar de nuevo a tanto
obtuso, las frases de la mansedumbre.
"En mi núcleo se discutió nuevamente mi actitud (...), hubo debilidades en ese momento (...) Salvo unos pocos compañeros, (...) la mayoría se fue por lo que planteó el organismo superior, el Municipio. "
"me preocupó que esa situación le fuera a hacer más daño al Partido que a mí "
"me embargaba una sensación como de dolor muscular, angustia de sentir que denostaban del Partido, de mi partido y yo tenía que aceptar honestamente que creía que el partido se había equivocado, o alguien dentro del partido (…) me molestaba tener que escuchar las críticas al Partido. "
"no fueron demonios los que me sancionaron. Fueron personas revolucionarias )...) una revolución es un proceso muy complejo, algo que debemos repetirnos todos los días. Se trata de un proceso lleno de realizaciones, pero también de las imperfecciones de las personas imperfectas que la hacemos todos los días."
¡Mi Coca Cola por una malta!
La malta es un trauma
nacional y personal. Ha sido un sueño, un anhelo, un privilegio,
sola o con leche condensada. Es un gusto adquirido que, una vez lo
adquieres, no puedes prescindir de el. Es vicio, gula y placer. El
que no creció con la malta la odia, por dulce, por empalagosa, por
umami. Pero yo y nosotros somos una élite, la que conoce y disfruta
de la malta. Porque la malta, estimados, es sólo para conocedores
La malta ha estado perdida
y hallada a lo largo de mi vida.
En mis tiempos europeos se
convirtió en leyenda, en componente fundamental de las
conversaciones nostálgicas.
Pero en Cuba ya había
sido, y después siguió siendo, alternativamente, leyenda o multitud
frenética llenando cubos con una malta de pipa, líquido
desangelado, bombo y casi sin efervecencia, con ese sabor áspero del
agua sin tratar.
En México, no hay malta;
los mexicanos prefieren Jarritos o Coca Cola. Y entonces la traía de
Cuba, pues por ese tiempo ya estaba disponible la Bucanero. La
pugilateaba donde estuviera, y me llevaba dos cajas, para perplejidad
de aduaneros mexicanos que esperaban encontrar puros y ron, y no
estaban preparados para un tipo que contrabandeaba refrescos.
Cierta vez, en uno de mis
viajes, y muy en concordancia con nuestras mejores tradiciones,
estaba “en falta” la malta, ese eufemismo que le hiela la sangre
al que necesita algo en Cuba. Familia y amistades activaron entonces
la red informativa suprema: preguntaron, hicieron llamadas
telefónicas, hablaron con amigos, con amigos de amigos... hasta que
alguien localizó malta en un lugar llamado almacenes de Berroa.
Específicamente fue
hallada en una suerte de bar discoteca, un local que parecía una
casa del médico de la familia y que estaba metido en las
profundidades de ese lugar, cuyo nombre me sonaba tan remoto como
Songo La Maya, y que resultó estar en esa zona que los de Santos
Suárez, cuando vamos a las Playas del Este, denominamos “”Pa´lla,
después de Luyanó”, y que abarca desde la Virgen del Camino hasta
el Rincón de Guanabo.
Y allí, en trato directo
con el barman, y a despecho del letrero más anticapitalista del
mundo, que anunciaba “dos por persona”, me llevé mi par de cajas
de malta.
El presente es más
llevadero. Aquí en Nueva York, gracias a dominicanos y
portorriqueños, hay malta. Hay varias marcas y viene en varias
presentaciones. Nosotros compramos Goya, de 7 onzas (257 mL), que es
una porción adecuada para quedar satisfecho sin arriesgar un coma
diabético.
Y mi hijo, gringuito de
nacimiento, ya ha sido iniciado en el culto de la malta, porque hay
cosas que uno decide no trasmitir a los pichones de cubano, pero la
malta, qué va: la malta es una cuestión de patriotismo.
viernes, 14 de junio de 2013
Razones
Puesto a pensar en el
inmenso fenómeno de las redes sociales, el hecho de que alguien
encuentre amigos que no ha visto en 20 ó 30 años, o que reciba
información de todo tipo, con mucha frecuencia más rápido que
usando las agencias de noticias (y el que no lo crea, que pruebe
Twitter) o que tenga un lugar propio donde escribir lo que le venga
en ganas y sin censuras, vamos, todas esas se bastarían solas como
razones para la existencia y persistencia de las redes sociales.
Tiene todo el asunto el
encanto de poder participar desde cualquier lugar, desde el más
glamoroso hasta el más miserable. Nadie sabe si eres tartamudo o si
escupes al hablar. La laptop sobre el regazo o la computadora sobre
una mesa desvencijada, da igual. Nadie te mira, nadie se asombra de
las paredes despintadas o de la vista al mar, o del calor o del frio.
Nadie te huele, nadie te escucha. Sólo te leen, sólo ven lo que
quieres que veas.
Pero la maravilla suprema
es que es voluntario y espontáneo, es opcional, nadie te obliga: es
el non plus ultra del ejercicio de la libertad.
Sin embargo, la gran razón
que ahora sostiene las redes sociales es, en realidad, el narcisismo.
Y no es malo, no hay que
alarmarse. Es, al cabo, el mismo narcisismo que nos compulsa a hablar
y querer ser escuchados, o a vestir a nuestro gusto o estilo, o a
invitar al amigo al mejor restaurant de la ciudad, o quizá del
mundo, o a lucir una mujer deseable y hermosa, o a ofender el olfato
ajeno con una colonia de olor penetrante.
Es, en definitiva, la cosa
humana.
Después, clara y
dolorosamente, está Cuba.
Cuba, donde lo espontáneo,
voluntario y libre necesita de interpretaciones, intermediarios y profundo análisis; donde para asimilar la avalancha se precisa de asociaciones, foros, grupos,
seminarios, censores, copistas, escribas y defensores.
La cosa cubana. Cuba, que,
por todas esas razones que sobran, da pena.
Razón de más para que no
me la pueda sacar de la cabeza.
¿La última piltrafa de la Guerra Fría?
EEUU, reeditando Iraq. Quieren sacar del poder a un dictador hostil que, sin embargo, ha sido, como lo fue Hussein, un buffer en esa volátil región. Parece caprichito.
Rusia, pues ahí tiene su única base militar fuera de su territorio, además de un excelente cliente para sus armas.
Pero todo es más interesante y complicado que lo que fue la monótona Guerra Fría:
Al sur, Israel, para el cual, sea quien sea el vencedor en el conflicto, va a ser su enemigo.
A un lado, Irán, el aliado incómodo
Al otro lado, la hegemónica Turquía.
Adentro, Hezbollah, apoyando... al gobierno sirio.
En las sombras, Al Qaeda.
Y un arsenal de armas químicas al alcance de la mano.
Tiempos que vienen (o que ya están aquí) muy jodidos.
jueves, 13 de junio de 2013
Revelaciones
Qué emoción.
Dice Jennifer López que los latinos en USA se están dando cuenta de su poder. "We're realizing our power. We're realizing that we matter here. You know, we're not just, you know, the guys working behind the scenes in the kitchens and as a plumber."
Y que por eso ella está “lobbying for greater diversity in TV programming”
Es decir, que pronto los latinos serán promovidos a meseros, habrá electricistas de Centroamérica y se verá a Brad Pitt en las telenovelas mexicanas.
¿O entendí mal?
Dice Jennifer López que los latinos en USA se están dando cuenta de su poder. "We're realizing our power. We're realizing that we matter here. You know, we're not just, you know, the guys working behind the scenes in the kitchens and as a plumber."
Y que por eso ella está “lobbying for greater diversity in TV programming”
Es decir, que pronto los latinos serán promovidos a meseros, habrá electricistas de Centroamérica y se verá a Brad Pitt en las telenovelas mexicanas.
¿O entendí mal?
Sin perder la cordura...
Y yo, que ya tuve mi dosis
de prohibiciones por lo que me queda de vida, y que a la vez creo que
los saggy pants son uno de los pináculos de la falta de swing y la
cheada, me pregunto, ¿prohibir una forma de vestir a las personas,
aquí, en the land of the free y el home of the brave?
¿O será que están de vuelta los peregrinos del Mayflower y no me enteré?
¿O será que están de vuelta los peregrinos del Mayflower y no me enteré?
Y he ahí que estoy entre
dos aguas, entre el rechazo que me provoca esa indumentaria y el que
me provoca la limitación de las libertades individuales.
Domingo social
El domingo estuve en una fiestecilla vespertina, en un enorme patio a la sombra de inmensos robles, donde encontré mucha gente agradable, y a una señora que hablaba sin parar.
Saltaba ella indetenible, parloteando con el abominable dejo que usan algunos hispanoparlantes que creen que hablan inglés, de un tema a otro, desgranando lugares, sucesos, soluciones, sentencias, opiniones y descalificaciones. Y yo, que a veces prefiero escuchar, y siguiendo las convenciones sociales más elementales, varias veces traté de decir algo, pero la señora sencillamente no dejaba poner una.
De repente me percaté de que me sentía agobiado y, para mi sorpresa, la sensación resultó ser muy familiar. Y entonces tuve una revelación:
Una persona que habla mierda sin parar es como la televisión.
Y, discretamente, apagué a la señora, me levanté de mi cómoda tumbona, y me fui a escuchar a unos señores, que hablaban sin parar de cualquier cosa...
Saltaba ella indetenible, parloteando con el abominable dejo que usan algunos hispanoparlantes que creen que hablan inglés, de un tema a otro, desgranando lugares, sucesos, soluciones, sentencias, opiniones y descalificaciones. Y yo, que a veces prefiero escuchar, y siguiendo las convenciones sociales más elementales, varias veces traté de decir algo, pero la señora sencillamente no dejaba poner una.
De repente me percaté de que me sentía agobiado y, para mi sorpresa, la sensación resultó ser muy familiar. Y entonces tuve una revelación:
Una persona que habla mierda sin parar es como la televisión.
Y, discretamente, apagué a la señora, me levanté de mi cómoda tumbona, y me fui a escuchar a unos señores, que hablaban sin parar de cualquier cosa...
miércoles, 12 de junio de 2013
Elaine Díaz y el llamado a la inmolación
Una periodista del NYT ha publicado una entrevista que le realizó a la periodista cubana Elaine Díaz.
Y, de nuevo, alguien que padece de monocromatismo.
Elaine Díaz es una periodista talentosa que tiene el privilegio de poder escribir en las redes sociales y compartir sus ideas. Y lo hace de la manera más contestataria que se puede ser en Cuba sin ser defenestrado. Y eso, yo digo, es inteligente, y ya es bastante, aunque obviamente no sea suficiente.
Y, de nuevo, alguien que padece de monocromatismo.
Elaine Díaz es una periodista talentosa que tiene el privilegio de poder escribir en las redes sociales y compartir sus ideas. Y lo hace de la manera más contestataria que se puede ser en Cuba sin ser defenestrado. Y eso, yo digo, es inteligente, y ya es bastante, aunque obviamente no sea suficiente.
La periodista del NYT destaca que Elaine Díaz es oficialista, y que prefiere decir “cambiar para crear lo nuevo” y no “derribar el sistema y crear otro”. Se desespera obviamente ante el eufemismo, o queda perpleja porque Elaine habla de lo difícil que sería decir que Fidel Castro es un hijo de puta ególatra y mesiánico que ha descojonado la nación, la sociedad, la economía y la cubanía, aunque quizá ella lo dijera en términos que fueran publicables en el NYT.
Yo digo que Elaine Díaz es valiente, está caminado la cuerda floja, y está haciendo mucho más que otros en Cuba, y fuera de ella.
El problema quizá resida en que los términos medios sólo son buenos en los filetes.
Sin embargo, hay que respetar las opiniones ajenas, en primerísimo lugar, aunque a uno le parezcan insuficientes o equivocadas: esa es la libertad de pensamiento y expresión de la que los cubanos carecemos y que añoramos. Tan válidas son las declaraciones de ED, como las de la periodista del NYT, o las de Yoani Sánchez.
Y finalmente, nadie tiene derecho de exigirle a otro la inmolación. La necesidad de sobrevivir el día de hoy para luchar el de mañana es elemental, y todos, todos, lo hacemos de esa manera.
Le deseo toda la suerte a Elaine Díaz, y ojalá que mantenga su presencia en las redes sociales, soplo de frescura que se agradece.
Yo digo que Elaine Díaz es valiente, está caminado la cuerda floja, y está haciendo mucho más que otros en Cuba, y fuera de ella.
El problema quizá resida en que los términos medios sólo son buenos en los filetes.
Sin embargo, hay que respetar las opiniones ajenas, en primerísimo lugar, aunque a uno le parezcan insuficientes o equivocadas: esa es la libertad de pensamiento y expresión de la que los cubanos carecemos y que añoramos. Tan válidas son las declaraciones de ED, como las de la periodista del NYT, o las de Yoani Sánchez.
Y finalmente, nadie tiene derecho de exigirle a otro la inmolación. La necesidad de sobrevivir el día de hoy para luchar el de mañana es elemental, y todos, todos, lo hacemos de esa manera.
Le deseo toda la suerte a Elaine Díaz, y ojalá que mantenga su presencia en las redes sociales, soplo de frescura que se agradece.
Get real, people...
He aquí que uno de los problemas que mucha gente tiene es que toman lo que alguien dijo o escribió hace 200 años, 300 años, o un par de milenios, y lo quieren aplicar literalmente al presente. Por eso religiosos de todas tendencias, marxistas, martianos y otras bestias están como están.
Y he aquí un contraste entre el sentido común aplicado a la realidad contemporánea, y una idea buena, grandilocuente, romántica... y que tiene 200 años.
Y he aquí un contraste entre el sentido común aplicado a la realidad contemporánea, y una idea buena, grandilocuente, romántica... y que tiene 200 años.
lunes, 10 de junio de 2013
De los límites
¿Hasta donde sería capaz
de llegar yo para proteger la vida de mis hijos?
No lo sé a ciencia
cierta, porque los escenarios pueden ser tantos que no los puedo
imaginar todos. Pero tampoco se me ocurre algo que yo no haría para
preservar la integridad personal o las vidas de mis hijos.
Dicho esto, debo decir
que, si se trata de detectar o evitar posibles ataques terroristas,
apoyo totalmente asuntos como el monitoreo de llamadas telefónicas,
el correo electrónico, la mensajería, las postales de navidad. También apruebo la
tortura a terroristas, o a presuntos terroristas, asi como los ataques
comandos, el asesinato de líderes de grupos terroristas, el
bombardeo, la masacre, y el exterminio.
No me interesa que, para
cumplir con ese objetivo supremo que es ver a mis hijos sanos y
salvos, se viole la ética, el humanismo, las libertades
individuales, los tratados internacionales, soberanías, pactos,
lugares sagrados, festividades religiosas, bodas o cumpleaños. Lo
único que me interesa es proteger a los míos.
Pienso que con eso soy
consecuente con el sentido común, y con el mandato atávico y
fundamental que llevamos en los genes, que dicta proteger la especie
por encima de todo.
Claro, que si alguien
encuentra la forma de terminar la guerra que hay y de evitar, además, la que
viene, donde el enemigo ya no está hermosamente localizado e
identificado (como extraño la guerra fria, cojones...) sino que
ahora está en cualquier país, en cualquier lugar, inclusive sentado
a tu lado en un restaurant o colocando una bomba junto al parque
donde paseas con tu familia, repito, si alguien encuentra la forma de
reunir a todos esos hijos de puta en un lugar remoto y desierto,
detonar un artefacto nuclear y salir de ellos de una vez, (aunque no
por todas, porque, queridos, eso llegó para quedarse...) quizá
entonces podamos renunciar a todas esas medidas que escandalizan a
los mismos que se horrorizan al ver gente inocente voladas en pedazos
por sicópatas islámicos.
Y claro, si aún bajo las
actuales circunstancias todavía quedara alguien atormentado por la
violación de sus libertades individuales, o la humanidad de las
cosas o eso, pues siempre le quedará la opción de ir a Afganistán,
Yemen o Somalia, o próximamente a Siria, a explicar sus razones.
viernes, 7 de junio de 2013
Ajustando la perspectiva
A mediados de los 90, en
México, conocí a una mujer que se declaraba sesentera, admiradora
de Robertico Robaina, ex-fumadora de marihuana y con debilidad por
ciertos productos cubanos. Entre ellos, Silvio Rodríguez.
Ella era una mujer triste.
Su colección de música
era sumamente ecléctica, e iba desde Los Folkloristas hasta los
Doors, pasando por Pablo, Silvio, Sabina, Serrat y Aute. Tuvimos
algunas jam sessions, escuchando a toda esa gente, y a muchos más,
de México, Suramérica, de donde quisieran venir. A petición mía
excluímos solamente a Aute, que creo que tiene un par de canciones
conocidas, y ninguna me gusta, una suerte de Vicente Feliú español
diría yo. Pero las sesiones resultaron en que mis gustos por la
música trova, tradicional y “alternativa”se ampliaron
considerablemente.
Estaba yo por entonces en
esa etapa del emigrante donde las cosas que toda mi vida había
ignorado, concientemente, en mi país, ahora me resultaban cercanas y
hasta queridas. Buena Vista Social Club y toda la música que antes
relacionaba a Palmas y Cañas, los frijoles negros, y una banderita
cubana colgada en el retrovisor del carro, ahora resultaban
imprescindibles en mi día a día.
Así, pasaron años,
amigos y yo, por múltiples cafés y antros donde tocaban bandas y
trovadores, en vivo, y siempre Silvio, o Pablo, o cualquiera de
ellos. México los ha cuidado, y aun los escucha como si fueran los
mismos de siempre. Y yo, que sólo miraba hacia adelante, pensaba
entonces que eran algo así como un legado impercedero, como la
amistad cubano-soviética. Y todo parecía siempre por siempre así,
sólo así, y nada más.
Un día en mi oficina una
alumna escuchó “El Breve espacio en que no estás” y me dijo que
qué bonita esa canción de Mijares. Después un sobrino me dijo que
no tenía la menor idea de quién eran los Beegees. Más tarde mis
hijas se decantaron por Sabina, Buena Fé y X Alfonso. Y de pronto,
en alguna parte, a mi música la comenzaron a llamar “los clásicos
de siempre”
Al día siguiente Pablo y
Silvio se habían convertido en dos ancianos. Uno, que se arrepiente
y flagela por pura decepción; otro, que traicionó a todos los
jovenes contestatarios que fuimos, somos y serán, y ahora es un
viejo de mierda con una mano tatuada.
Y a mí su música ya no
me suena igual, qué terrible. El corazón que parió la Era ya tiene
taquicardias, y el breve espacio está ocupado ahora por las ruinas
de lo que fue mi Habana.
De todo ese olvido me
quedan algunas canciones de Carlos Varela y Frank Delgado. El resto,
pues anda por algun rincón del Ipod, por si alguien alguna vez lo
quiere escuchar.
El Castro de Schrödinger
Erwin Schrödinger en estos días no necesitaría un gato, sólo un
Castro. Y el resultado de su experimento de lógica sería el mismo:
está vivo y muerto a la vez.
Menos mal.
Ya no le dan chance a los negros ni en la cárcel...
Segun este artículo de Fernando Ravsberg:
"(en Cuba) En las granjas de trabajo hay tantos corruptos presos que uno de los jefes del sistema penitenciario me aseguró que está cambiando el componente racial de los internos, con la llegada de estos dirigentes empresariales o políticos, mayoritariamente blancos"
"(en Cuba) En las granjas de trabajo hay tantos corruptos presos que uno de los jefes del sistema penitenciario me aseguró que está cambiando el componente racial de los internos, con la llegada de estos dirigentes empresariales o políticos, mayoritariamente blancos"
martes, 4 de junio de 2013
Colores y tibores
Respetar los gustos y preferencias de cada cuál es lo que hace, en primer lugar, que el mercado sea tan diverso. Cosa buena para el capital, claro que sí.
Y casualmente, hoy en la mañana, comentaba sobre algo parecido con mi esposa, sobre la maravilla de las redes sociales y los fantásticos artilugios que poseemos, esos Iphones, Ipads y demás. Y sobre la masiva cantidad de bobería para la que son usadas tanto las redes como los artilugios.
¿Y qué?, me dice mi sabia esposa, si eso es lo que las personas prefieren, lo que los hace felices y lo que están dispuestos a pagar por hacer, pues adelante. Y tiene ella, por supuesto, toda la razón del mundo.
Casualmente también hoy leía un post que colgó Enrisco donde, de un plumazo, (o teclazo), colocó a Silvio Rodríguez, a su obra, y a sus seguidores, en el palco del mal gusto y lo cursi.
No le gusta a Enrisco Silvio Rodríguez, y he ahí un gusto y una preferencia a respetar. Pero hay un trecho largo entre decir “no me gusta” y decir ”los que gustan de lo que no me gusta son unos cheos”
Silvio Rodríguez es un tipo desagradable. Lo fue siempre, con toda esa arrogancia y altivez que casi es su marca de fábrica. Y por eso nunca estuve interesado en verlo, o en escucharlo hablar, pero sí en su música y sus textos, excelentes ambos en su mayoría. Crecí con eso, soñé con eso, y hay mucho que pudiera decir sobre ello, pero es realmente demasiado.
Hace tiempo, sin embargo, que ya no escucho a Silvio. Y no tiene que ver eso con que Silvio sea aun más desagradable en estos tiempos, o con que se haya convertido en el anti-Silvio, con que ya no sea el tipo que decía cosas diferentes y que parecían contestatarias, con que ya no sea, ni remotamente, el juglar que parecía siempre estar un paso adelante de la lobreguez de la cosa cotidiana en Cuba, con que ahora sólo sea un viejo abominable que parece calco de otros viejos, de los Castros y su gente.
Tiene que ver, solamente, con mis gustos y preferencias, las que disfruto en estos tiempos. Y no creo que ahora yo sea más o menos cursi de lo que alguna vez haya podido ser.
Pero aprovecho y dejo esta cosa simple por aquí, por si acaso.
Un día, junto al mar,
la más triste canción
oyó llorar a un alma su dolor,
y a por el alma fue
vibrando la tonada,
conmovida y gentil,
maravillada.
¿Qué pena lloras tú
-le dijo la canción-
que me has trocado en gracia el corazón?
¿De qué me sirve a mí
-le respondió un sollozo-
la virtud, si no tengo un canto hermoso?
Sospecho que hoy empiezo a ser canción.
Y tengo la impresión
de que seré tu sol
si logro ser tu canto.
Sospecho que hoy empiezo a ser canción,
si seco un llanto.
Un día, junto al mar,
un alma oyó su voz
y una tonada hallaba su razón.
Fue el día en que ocurrió
la verdad hechizada:
la melodía y el alma enamoradas.
El alma con canción
iluminó su hogar,
y la canción con alma echó a volar.
Desde entonces las dos
vivieron más despacio,
a pesar de su tiempo y de su espacio.
Y casualmente, hoy en la mañana, comentaba sobre algo parecido con mi esposa, sobre la maravilla de las redes sociales y los fantásticos artilugios que poseemos, esos Iphones, Ipads y demás. Y sobre la masiva cantidad de bobería para la que son usadas tanto las redes como los artilugios.
¿Y qué?, me dice mi sabia esposa, si eso es lo que las personas prefieren, lo que los hace felices y lo que están dispuestos a pagar por hacer, pues adelante. Y tiene ella, por supuesto, toda la razón del mundo.
Casualmente también hoy leía un post que colgó Enrisco donde, de un plumazo, (o teclazo), colocó a Silvio Rodríguez, a su obra, y a sus seguidores, en el palco del mal gusto y lo cursi.
No le gusta a Enrisco Silvio Rodríguez, y he ahí un gusto y una preferencia a respetar. Pero hay un trecho largo entre decir “no me gusta” y decir ”los que gustan de lo que no me gusta son unos cheos”
Silvio Rodríguez es un tipo desagradable. Lo fue siempre, con toda esa arrogancia y altivez que casi es su marca de fábrica. Y por eso nunca estuve interesado en verlo, o en escucharlo hablar, pero sí en su música y sus textos, excelentes ambos en su mayoría. Crecí con eso, soñé con eso, y hay mucho que pudiera decir sobre ello, pero es realmente demasiado.
Hace tiempo, sin embargo, que ya no escucho a Silvio. Y no tiene que ver eso con que Silvio sea aun más desagradable en estos tiempos, o con que se haya convertido en el anti-Silvio, con que ya no sea el tipo que decía cosas diferentes y que parecían contestatarias, con que ya no sea, ni remotamente, el juglar que parecía siempre estar un paso adelante de la lobreguez de la cosa cotidiana en Cuba, con que ahora sólo sea un viejo abominable que parece calco de otros viejos, de los Castros y su gente.
Tiene que ver, solamente, con mis gustos y preferencias, las que disfruto en estos tiempos. Y no creo que ahora yo sea más o menos cursi de lo que alguna vez haya podido ser.
Pero aprovecho y dejo esta cosa simple por aquí, por si acaso.
Un día, junto al mar,
la más triste canción
oyó llorar a un alma su dolor,
y a por el alma fue
vibrando la tonada,
conmovida y gentil,
maravillada.
¿Qué pena lloras tú
-le dijo la canción-
que me has trocado en gracia el corazón?
¿De qué me sirve a mí
-le respondió un sollozo-
la virtud, si no tengo un canto hermoso?
Sospecho que hoy empiezo a ser canción.
Y tengo la impresión
de que seré tu sol
si logro ser tu canto.
Sospecho que hoy empiezo a ser canción,
si seco un llanto.
Un día, junto al mar,
un alma oyó su voz
y una tonada hallaba su razón.
Fue el día en que ocurrió
la verdad hechizada:
la melodía y el alma enamoradas.
El alma con canción
iluminó su hogar,
y la canción con alma echó a volar.
Desde entonces las dos
vivieron más despacio,
a pesar de su tiempo y de su espacio.
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