viernes, 24 de mayo de 2013

18 todavía


Un estudiante nació en 1994 y su foto me mira desde su curriculum.

¿Y qué es lo que ha pasado, me pregunto, si yo ayer también tenía 18 años?

Créanme, tan sólo ayer era agosto en la mañana y sacábamos la cabeza por la ventanilla del tren más grande que hubiera visto, para sentir por primera vez aire frío, que era sólo fresco, pero era frío. Y el Bicho se ponía por primera vez un gorro de invierno que olía a guardado, heredado de su padre, y yo me enredaba al cuello una bufanda que alguien me regaló, que me producía escozor, y que luego nunca más usé.

Era agosto por la tarde, más tarde, y le ofrecíamos cigarrillos cubanos a aquel obrero curioso, que compartió nuestro camarote, y que a cambio nos regaló nuestro primer desayuno en aquella tierra extraña: un envoltorio grasoso de papel encerado, con salami, mostaza, pan y picantísimos feferoni, y una enorme botella de cerveza, botella CAME, de las mismas que envasaban jugos de manzana. Medio litro de cerveza, o de jugo. Fea botella, feo el CAME.

Después, fue agosto en la noche y nadie dormía en los dos camarotes repletos de cubanitos de ojos asombrados y gritos desaforados en la madrugada eslava, que nos reíamos irreverentes de la azorada azafata que nos reconvenía en una lengua que se parecía, mucho, pero que no era.

Y era agosto en la mañana otra vez, en un autobús donde rechonchas aldeanas, embutidas en negros rebozos, nos observaban con suspicacia, pero una muchacha nos sonreía. Y al mediodía encontramos aquella aldea que le quedaba muy pequeña a un inmenso geiser intermitente, triste atracción que lograba que los turistas se detuvieran quince minutos en su carrera a ninguna parte, y compraran una postal.

Y fue tarde, noche y mañana, y mediodía. Y lo que pasó fue la vida, que ha durado un mes, o algo así.

Ayer fue ayer otra vez, y tengo 18 años, que no los aparento, ni nadie me lo cree.  

Pero tengo 18 años, y no logro salir de ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario