viernes, 20 de agosto de 2010

El Viejito en Jefe


Todos hemos estado presentes en alguna cola o en la sala de espera de un médico o hemos pasado por una esquina cuando un anciano ha soltado un monólogo contundente y definitivo sobre cualquier tema de política, deportes, sociedad o de cómo freir un huevo. Ancianos solitarios, deseosos de ser escuchados, tienen cómo auditorio a otros ancianos que ¿escuchan? con indiferencia, esperando a su vez el turno para despotricar.

Son personas respetables, no le hacen daño a nadie y sólo hablan para sentir que aun están vivos.


El balbuceante Fidel Castro está en esa etapa, con la diferencia de que su auditorio son los lacayos de siempre y los aburridos ciudadanos, que ahora le escuchan pronosticar el fin del mundo, las próximas guerras y cantar las culpas de los imperios.

Como siempre, con esas ínfulas de reyezuelo sabio y gran estadista, minucioso buscador de la paja en el ojo ajeno, sigue siendo incapaz, como siempre lo fue, de resolver el dilema de la economía cubana, de su sociedad en franco deterioro, de sacar a los cubanos de esa horrible cápsula de tiempo muerto en la que viven. Prefiere hablar del planeta, de los problemas de otros.

A fuerzas de ser narcisista, ególatra como pocos, charlatán mesiánico que se cree imprescindible e infalible, se ha convertido en un viejo de mierda hablando boberías.

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