Gracias a la perseverancia
de la madre, la cooperación del padre (o sea, miña) y un muñequito
educativo que exhalta las virtudes de orinar y defecar en el baño,
mi hijo hace ya un buen tiempo que se desempeña solo en esos
menesteres.
Pero me ha tocado a mí la
parte de los baños públicos, donde la diversidad de modelos de
urinarios y los diferentes sistemas de descarga de agua, que van
desde las viejas y conocidas pilas de agua hasta enigmáticos
productos high tech con detectores infrarrojos de movimiento, me ha
hecho resumir al ars mingitare en un par de reglas básicas:
No tocar el urinario con
ninguna parte de cuerpo, ni con el pipi ni con las manos.
Si hay que oprimir una
palanca, usa el codo para apretarla,. Si no alcanzas, déjalo así.
Y mi niño, por su parte,
ha desarrollado una técnica en la cual se baja pantalones y
calzoncillos, se acerca al mingitorio, se arquea hacia atrás, manos
en la cintura y deja escapar una poderosa y elegante parábola de
orina. Después sacude hand free, wiggle le llama él, y mientras
sube calzoncillos y pantalón, grita la primera palabra que se le ocurre
por el solo placer de escuchar su voz en el eco del baño. Y no le hace falta ni lavarse las manos.
Cosas de las próstatas
nuevecitas, digo yo.
Lo que yo decía del bordecito. Información vital.
ResponderEliminaroye, el lío que se le forma aquí al padre es cuando está solo y tiene que llevar a los dos al baño, pues se le complica la niña con tanta cosa afuera rondando por ahí
ResponderEliminarRevelador...esa palabrita comienza a gustarme. Me sacaste una sonrisa ;))
ResponderEliminarFogonazo, fogonazo!
EliminarEso, el bordecito con manchas amarillas y vellos púbicos...
ResponderEliminarDeben ser interesante los malabares con dos chamas... pero no los envidio, la verdad.
Y sonría, Ofelia, que le queda muy bien