“Estoy triste porque mi mejor amigo
decidió irse a Ecuador para tratar de llegar a los Estados Unidos”,
me dice una de mis hijas, “Dejó todo: pidió la baja de la
Universidad, dejó a la madre -es único hijo- y se lanzó a ese
viaje: estaba desesperado...”, añadió mi niña, y guardó unos
instantes de silencio, quizás enviando a su amigo todos sus buenos
deseos y la mucha suerte, porque la va a necesitar.
La actual crisis de los emigrantes
cubanos que fueron atacados por el gobierno nicaragüense y que ahora
permanecen varados en Costa Rica tiene una dolorosa similitud con
aquellos que, a raiz de los sucesos de la Embajada del Perú,
salieron hacia ese país, y allí aun permanecen.
La ruta migratoria que han seguido
esos, y otros miles de cubanos, comienza en Ecuador. Atraviesan
entonces Colombia, toda Centroamérica y México, antes de poder
llegar por fin a la frontera de los Estados Unidos.
Probablemente van guiados por
traficantes de personas, que saben por dónde viajar y qué manos
untar. Confían en la ruta tantas veces probada, que es aparentemente
menos peligrosa que un viaje en balsa, pero dependen sobre todo de la
vista gorda de cada país que recorren, cuyas autoridades saben que
los cubanos son solo migrantes de paso, sin la menor intención de
radicarse en esos territorios.
O al menos así era hasta hace poco.
Entonces, ¿por qué hasta ahora sí,
pero ya no?
¿Qué ha sucedido para que el gobierno
de Costa Rica decidiera retener a esos cubanos en la frontera?
¿A qué obedece la insensata crueldad
de las autoridades nicaragüenses al atacar con gases lacrimógenos a
esas personas, civiles entre los cuales abundan niños y hasta
mujeres embarazadas?
Quizás una sugerencia del gobierno de
los Estados Unidos al gobierno de Costa Rica para que intente impedir
el paso de esa ola migratoria y disuadir a esos cubanos de continuar
su viaje.
Tal vez una respuesta violenta de parte
del gobierno nicaragüense, país que ha lidiado con la violencia
extrema de la guerra civil y que no es ajeno a las soluciones
brutales, queriendo cortar por lo sano un acto de violación de sus
fronteras.
Ni siquiera hay que descartar la mano
del gobierno cubano, cuyos motivos se me escapan de momento -al cabo
esos migrantes dejan de ser una carga social en Cuba y van a formar
parte de los emisores de remesas; un negocio redondo, sin costos,
todo beneficio-; es difícil concebir que aun un desgobierno tan
torpe como el cubano tratara de impedir el paso de esos emigrantes
usando su influencia con el gobierno de Nicaragua.
Pero, en cualquier caso, parece que la
viabilidad de esa ruta está llegando a su fin.
Mientras, la presión ante la
inminencia de una posible derogación de la Ley de Ajuste impulsa a
los cubanos que pueden hacerlo a abandonar el país. Ni reformas
pasadas por agua, ni cambios insustanciales, ni el WiFi pedestre o
las nuevas amistades del desgobierno han logrado detener el ansia de
abandonar Cuba, lo cual sigue siendo la solución más expedita al
drama cotidiano de los cubanos.
Hay en ello un pragmatismo poco usual
en nuestra idiosincracia emocional, cuya consecuencia más trágica
sea quizás el aumento de los balseros.
Mientras, el gobierno de Costa Rica, en
un gesto de elemental humanitarismo, les ha concedido visa temporal y
renovable a ese nutrido grupo de emigrantes cubanos que se vió
obligado a regresar a territorio tico, lo cual es una buena noticia.
La otra noticia es que hay más cubanos
en camino; seguirán llegando a Centroamérica mientras tengan el
dinero para pagarse el pasaje a Quito y para pagar a los “coyotes”
que los llevan de frontera a frontera.
De no lograr avanzar más allá de
Costa Rica , o Nicaragua, se acumulará una masa crítica que va a
desatar una crisis de cada vez mayores proporciones, que puede
culminar en una deportación masiva de esas personas a Cuba, pues la
posibilidad de que los Estados Unidos decida recibirlos al por mayor
es muy remota, aun para un gobierno como el de Obama; sentaría un
precedente que aumentaría el flujo de emigrantes cubanos por esa
vía.
Es más probable la cancelación del
acuerdo sobre visados con Ecuador, y que la muy mala suerte acose al
amigo de mi hija.
Esta nueva crisis puede ser otro golpe
al ya maltrecho prestigio de la Ley de Ajuste, y es en general una
mala noticia para los cubanos que buscan la oportunidad de rehacer
sus vidas fuera de Cuba. Vaya con ellos toda la suerte entonces, y
esperemos que suceda lo mejor.
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