lunes, 19 de octubre de 2015

El Barrio en llamas

Periodismo de Barrio, el proyecto de la periodista y profesora cubana Elaine Díaz, está bajo fuego.

Y no es para menos: es un proyecto de periodismo que es independiente del gobierno cubano y sus instituciones, y cuya continuidad va a depender de financiamiento extranjero; su propósito es dar a conocer la situación de personas damnificadas por desastres naturales en Cuba, enfatizando la persistencia de ese estado de crisis y la posibilidad de que este empeore.

O sea, es un trabajo periodístico a profundidad -“periodismo lento”, al decir de la líder del proyecto- que debe aportar evidencia sólida para poner en tela de juicio la capacidad y/o voluntad para resolver los acuciantes problemas de los ciudadanos afectados.

O sea, va a documentar la incapacidad y/o falta de voluntad del gobierno cubano para resolver problemas de sus ciudadanos.

Y por eso está bajo fuego Periodismo de Barrio, porque pretende hacer, esta vez con el rigor y oficio de periodistas profesionales, lo que hacen grupos disidentes (“14 y Medio” de Yoani Sánchez es quizás el más conocido) que también informan sobre el acontecer nacional cubano.

El aparataje de “ideólogos” y esbirros que controla y garantiza la buena salud de la censura en Cuba está entonces en estado de alerta. Le han aflojado la correa a uno que otro de los perros de prensa, que han escrito en medios digitales cuestionando la naturaleza del proyecto y la pureza de los propósitos de Elaine Díaz -cuya fidelidad y compromiso con el oficialismo resulta difícil de impugnar-, deslizando insinuaciones y comparaciones con las que intentan colocar a Periodismo de Barrio bajo la misma sombra que cae sobre los grupos de disidencia política.

Al momento que escribo este texto todavía nadie le ha saltado abiertamente a la yugular a Elaine y a su proyecto; todo se ha limitado hasta ahora una conjugación en pasado del verbo decir -ella dijo/yo dije/aquel dijo- pero no dudo que, siguiendo a la publicación de los primeros artículos de PdB (http://periodismodebarrio.org/), el fuego arrecie tanto de forma privada como pública.

Pienso que son deseables iniciativas como las que promueve este proyecto, que parece querer ir más lejos y profundo que otros “independientes” de estos tiempos, como puede ser OnCuba, la mascota del adelantado Hugo Cancio.

Pero es un paso osado lanzar en Cuba una “agencia informativa” que no pertenece a la prensa oficial, ni es controlada por el aparato político gubernamental, ni tiene prebendas que prometer, ni dinero para untar. Y si bien se ha elegido como leit motiv del proyecto un tema humanitario -que puede parecer light dentro de rosario de calamidades de toda índole que asedian a la sociedad cubana desde hace más de medio siglo- es de todas maneras un asunto de sumo interés público: dado el estado de los inmuebles y la infraestructura de desagües y alcantarillados en Cuba, pasar a ser un damnificado es solo cuestión de tiempo y mala suerte.

Pero no hay manera posible de debatir un problema en Cuba y no hablar de la mala gestión del gobierno.

Es así que, a la (incierta) luz de los acontecimientos, la página web del proyecto, junto con los primeros trabajos periodísticos, publica una declaración titulada “¿Por qué hacer Periodismo de Barrio en Cuba hoy?”

Es lógico, y esperable, que Elaine Díaz proteja su creación. Sería tonto que no lo hiciera, y muestras de ese empeño la ha dado en días recientes al responder a textos publicados por castroblogueros sobre el tema de marras. Este nuevo “comunicado” va más allá de esas respuestas necesarias y tiene el claro propósito de hacer visible, para tirios y troyanos, el color político de Periodismo de Barrio.

Más que una declaración de principios, lo que se lee en ese texto es el final de una declaración; una que comienza diciendo que “el periodismo es una promesa implícita de cambio”, y que termina diciendo que el proyecto Periodismo de Barrio no aceptará “donaciones de ninguna institución que busque – o haya buscado – la subversión del sistema político cubano”.

Con ello Periodismo de Barrio se muerde la cola y abraza el absurdo más recurrente del pensamiento progre cubano: el del cambio sin cambio.

Es loable que el proyecto se enfoque en esa capa vulnerable que son los damnificados, donde el problema sigue siendo el drama no resuelto de esas personas; pero ese es un problema que no soluciona un gobierno que es inepto e ineficaz; gobierno que es a todas luces el problema en sí, porque esos desdichados ciudadanos no son víctimas de ciclones o inundaciones: lo son de la desidia de los des-gobernantes, de la obsolecencia del "proyecto" cubano, del desastre económico y sociopolítico que es la Cuba contemporánea.

Por tanto, si Periodismo de Barrio, por las razones que sean, elude explícitamente la confrontación política -a pesar de que no se declara neutral-, está evitando tomar al toro por los cuernos pero también está apoyando, igualmente de manera explícita, la continuidad de ese paleogobierno de generales y comisarios, que es el orígen primordial de las desgracias de los damnificados.

Nadie le puede pedir a Elaine Díaz y sus colaboradores que -tengan o no el propósito de hacerlo- se suiciden politicamente en un país que tritura a los que se oponen. Pero al trazar una línea que deja fuera de Periodismo de Barrio a quienes quieren ver en Cuba otro gobierno, otras oportunidades -”El periodismo es una promesa implícita de cambio”- el proyecto nace entonces atrapado en la paradoja de denunciar un mal cuyas causas al mismo tiempo protege.

Pero fuera de las sutilezas de las filias y la supervivencia, PdB es novedoso; no es un simple portal que reproduce noticias de agencias y uno que otro artículo de opinión. Es un periodismo que no se había hecho antes en Cuba, y eso es bueno. Muy bueno. Es además una excelente buena nueva y ejemplo para los profesionales de la prensa, pues puede ser un agente de cambio (ahora sí) para el periodismo cubano.

Sin embargo, no hay que esperar más que eso; PdB no es, para usar sus propias palabras, subversivo, ni tampoco es el empujón que necesita la mole desgubernamental para comenzar a moverse. Tanto lectores como censores deberían tomar nota de ello y dejar que la idea florezca en paz.

Le deseo suerte entonces a Periodismo de Barrio. Y léanlo, que vale la pena.



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