Periodismo de Barrio, el
proyecto de la periodista y profesora cubana Elaine Díaz, está bajo
fuego.
Y no es para menos: es un proyecto de
periodismo que es independiente del gobierno cubano y sus
instituciones, y cuya continuidad va a depender de financiamiento
extranjero; su propósito es dar a conocer la situación de personas
damnificadas por desastres naturales en Cuba, enfatizando la
persistencia de ese estado de crisis y la posibilidad de que este
empeore.
O sea, es un trabajo periodístico a
profundidad -“periodismo lento”, al decir de la líder del
proyecto- que debe aportar evidencia sólida para poner en tela de
juicio la capacidad y/o voluntad para resolver los acuciantes
problemas de los ciudadanos afectados.
O sea, va a documentar la incapacidad
y/o falta de voluntad del gobierno cubano para resolver problemas de
sus ciudadanos.
Y por eso está bajo fuego Periodismo
de Barrio, porque pretende hacer, esta vez con el rigor y oficio
de periodistas profesionales, lo que hacen grupos disidentes (“14 y
Medio” de Yoani Sánchez es quizás el más conocido) que también
informan sobre el acontecer nacional cubano.
El aparataje de “ideólogos” y
esbirros que controla y garantiza la buena salud de la censura en
Cuba está entonces en estado de alerta. Le han aflojado la correa a
uno que otro de los perros de prensa, que han escrito en medios
digitales cuestionando la naturaleza del proyecto y la pureza de los
propósitos de Elaine Díaz -cuya fidelidad y compromiso con el
oficialismo resulta difícil de impugnar-, deslizando insinuaciones y
comparaciones con las que intentan colocar a Periodismo de Barrio
bajo la misma sombra que cae sobre los grupos de disidencia política.
Al momento que escribo este texto
todavía nadie le ha saltado abiertamente a la yugular a Elaine y a
su proyecto; todo se ha limitado hasta ahora una conjugación en
pasado del verbo decir -ella dijo/yo dije/aquel dijo- pero no dudo
que, siguiendo a la publicación de los primeros artículos de PdB
(http://periodismodebarrio.org/), el fuego arrecie tanto de forma
privada como pública.
Pienso que son deseables iniciativas
como las que promueve este proyecto, que parece querer ir más lejos
y profundo que otros “independientes” de estos tiempos, como
puede ser OnCuba, la mascota del adelantado Hugo Cancio.
Pero es un paso osado lanzar en Cuba
una “agencia informativa” que no pertenece a la prensa oficial,
ni es controlada por el aparato político gubernamental, ni tiene
prebendas que prometer, ni dinero para untar. Y si bien se ha elegido
como leit motiv del proyecto un tema humanitario -que puede
parecer light dentro de rosario de calamidades de toda índole
que asedian a la sociedad cubana desde hace más de medio siglo- es
de todas maneras un asunto de sumo interés público: dado el estado
de los inmuebles y la infraestructura de desagües y alcantarillados
en Cuba, pasar a ser un damnificado es solo cuestión de tiempo y
mala suerte.
Pero no hay manera posible de debatir
un problema en Cuba y no hablar de la mala gestión del gobierno.
Es así que, a la (incierta) luz de los
acontecimientos, la página web del proyecto, junto con los primeros
trabajos periodísticos, publica una declaración titulada “¿Por
qué hacer Periodismo de Barrio en Cuba hoy?”
Es lógico, y esperable, que Elaine
Díaz proteja su creación. Sería tonto que no lo hiciera, y
muestras de ese empeño la ha dado en días recientes al responder a
textos publicados por castroblogueros sobre el tema de marras. Este
nuevo “comunicado” va más allá de esas respuestas necesarias y
tiene el claro propósito de hacer visible, para tirios y troyanos,
el color político de Periodismo de Barrio.
Más que una declaración de
principios, lo que se lee en ese texto es el final de una
declaración; una que comienza diciendo que “el periodismo es una
promesa implícita de cambio”, y que termina diciendo que el
proyecto Periodismo de Barrio no aceptará “donaciones de
ninguna institución que busque – o haya buscado – la subversión
del sistema político cubano”.
Con ello Periodismo de Barrio se
muerde la cola y abraza el absurdo más recurrente del pensamiento
progre cubano: el del cambio sin cambio.
Es loable que el proyecto se enfoque en esa capa vulnerable que son los damnificados, donde el problema sigue siendo el drama no resuelto de esas personas; pero ese es un problema que no soluciona un gobierno que es inepto e ineficaz; gobierno que es a todas luces el problema en sí, porque esos desdichados ciudadanos no son víctimas de ciclones o inundaciones: lo son de la desidia de los des-gobernantes, de la obsolecencia del "proyecto" cubano, del desastre económico y sociopolítico que es la Cuba contemporánea.
Por tanto, si Periodismo de Barrio, por las razones que sean, elude explícitamente la confrontación política -a pesar de que no se declara neutral-, está evitando tomar al toro por los cuernos pero también está apoyando, igualmente de manera explícita, la continuidad de ese paleogobierno de generales y comisarios, que es el orígen primordial de las desgracias de los damnificados.
Nadie le puede pedir a Elaine Díaz y
sus colaboradores que -tengan o no el propósito de hacerlo- se
suiciden politicamente en un país que tritura a los que se oponen.
Pero al trazar una línea que deja fuera de Periodismo de Barrio
a quienes quieren ver en Cuba otro gobierno, otras oportunidades -”El
periodismo es una promesa implícita de cambio”- el proyecto nace
entonces atrapado en la paradoja de denunciar un mal cuyas causas al
mismo tiempo protege.
Pero
fuera de las sutilezas de las filias y la supervivencia, PdB
es novedoso; no es un simple portal que reproduce noticias de
agencias y uno que otro artículo de opinión. Es un periodismo que
no se había hecho antes en Cuba, y eso es bueno. Muy bueno. Es
además una excelente buena nueva y ejemplo para los profesionales de
la prensa, pues puede ser un agente de cambio (ahora sí) para el
periodismo cubano.
Sin embargo, no hay que esperar más
que eso; PdB no es, para usar sus propias palabras,
subversivo, ni tampoco es el empujón que necesita la mole
desgubernamental para comenzar a moverse. Tanto lectores como
censores deberían tomar nota de ello y dejar que la idea florezca en
paz.
Le deseo suerte entonces a Periodismo
de Barrio. Y léanlo, que vale la pena.
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