martes, 9 de abril de 2013

Las edades, las que se van


Las épocas tienen signos.

Los Beatles, la masa cárnica, los hippies, Elvis, Viet Nam, Che Guevara, Beegees, la guachipupa, Para Bailar, la Mesa Redonda, “Heridas”, por Ania Linares, las pizzas de La Piragua, Silvio (cuando era una esperanza), nos fuimos a estudiar a los ex-socialistas, el pelo largo, las camisas con pinzas, Nocturno, “100 años de soledad”, y la jodida omnipresencia de Fidel.

Queen, Van Van, Crosby, Still and Nash, y otro montón de gente, son atemporales, por tanto no van en esa mi breve lista.

La lista de mi madre sería indudablemente diferente pero, si de algo estoy seguro, es de que en el primer lugar estaría Sarita Montiel.

Debo admitir que no me gustaba la música ni el estilo de Sarita Montiel; eso es lo que ahora llaman “gustos adquiridos”, y yo no tuve esa oportunidad. Pero mi madre sí la adoraba, ya yo había escrito algo sobre eso, y mi madre era probablemente la fan número uno de Sarita Montiel.

Sara Montiel murió ayer, en desafortunada coincidencia con Margaret Thatcher. Y por ese azar la Montiel, diva y señora de los escenarios, fue relegada, quizás por primera vez, a un segundo plano.

No sé si mi madre tenía una idea clara de quién era Margaret Thatcher, y no creo que le importara mucho tampoco. Pero sé que, si no se hubiera apresurado a dejarnos hace poco mas de un año, en el día de reyes, hoy estuviera escuchando a la Montiel, arrimada a ese signo de su época.

Y seguiría sin importarle la Thatcher, aunque esta esté en primera plana.

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