viernes, 2 de enero de 2015

El susurro de los corderos

Ya disipados los vapores de las libaciones, las risas de los amigos, y las llenuras de pingües comilonas, y ya aburrido de esperar a que la intelectualidá cubana, la neoizquierda amaestrada, los trabajadores de la información, y sus representantes en el exilio geográfico y el insilio mental, los gays contestatarios exclusivamente para temas gays, los que aún no secan sus lágrimas de emoción por el regreso de los rollizos espías, digo entonces, me he cansado de esperar a que todos ellos, o tan siquiera uno, tuviera la decencia de decir o escribir que la represión a quién piensa diferente no tiene cabida en la Cuba post 17D.

Tania Bruguera así lo creyó, y quiso poner un micrófono en la plaza de la involución para que, libremente, el que quisiera hacerlo, dijera lo que se le antojara. Y ya. Así de simple. Creo que era un minuto, o quince, o algo así, pues no era un discurso de Fidel, sino un performance artístico.

Y en esa Cuba post 17D, donde aún hay quien no quiere prisa y adora la pausa, tan sólo por la intención, Bruguera fue advertida, amenazada, arrestada y, por supuesto, no hubo micrófono. Ni siquiera logró salir de su casa. Lo que sí hubo fue más arrestos: a los disidentes que se proponían llegar hasta la amenazadora tribuna ciudadana, para decir lo que dicen todos los días.

Por otra parte, hubo quien se apresuró a decir que TB es una artista mediocre; que eso de los performances, en lo general y lo particular, no es arte sino una payasada; que si ella es hija de un diplomático; que si vive entre dos aguas; que si el arte per se, o el arte politico, o la artistosidad, que si la ciencia, que si el arte, que si los galgos o los podencos.

En realidad, da igual.

Da igual que TB sea hija de un banquero de bolita de La Lisa, o que viva acá o acullá, o que sea performance o denuncia explícita. Yo, por ejemplo, ni siquiera sabía a derechas quién era ella o qué hacía, y mi apreciación del arte, pues es, digamos, conservadora.

Lo que importa, lo triste, lo realmente valioso, es que su valiente y necesario intento de susurro ha sido un alarido de advertencia, una sonora denuncia, que pone de nuevo en evidencia al represivo y mohoso desgobierno de ese país tan gris; a la practicamente inexistente conciencia ciudadana de los cubanos, sean plebeyos, funcionarios o intelectual(oides)es, y a la urgente necesidad de periodismo comprometido, ético, profesional y kamikase.

Feliz 2015, entonces, a valientes y corderos, y a Tania Bruguera la mejor de las suertes en esa Cuba que se quedó en el 16D.

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