Es una extraña sensación
cuando algo que debe causar risa y alegría me provoca, si bien
alguna que otra sonrisa, tristeza. Me sucedió esto después de ver el último corto de Eduardo del Llano (y he ahí una buena noticia, los
cortos están de regreso)
Me recordó esa imagen del
tipo que mete una ramita entre los barrotes de la jaula del tigre y
pincha a la bestia, apenas un toque blando, que no saca sangre, pero
que la puede molestar. Y si no pasa nada, pues el hombre mira a su
alrededor, sonríe satisfecho de su osadía y acepta la admiración y
las felicitaciones. Pero si el tigre ruge o lanza un zarpazo, el
hombre retrocede espantado y después, pues también rie, pero esta
vez aliviado porque, para su buena suerte, él sigue estando fuera de
la jaula y el tigre dentro de ella. Y es que la hombrada de entrar a
la jaula y gritar, por ejemplo frente al Papa y su misa, sin
eufemismos ni lugar a equívocos, “¡Abajo el comunismo!”,
“¡Libertad!”, “¡Democracia!” o “¡Vivan los derechos
humanos!” no es lo que vemos cada día.
Ese juego con la ramita a
través de los barrotes ha marcado la obra de los artistas cubanos
que han tratado de hacer arte contestario. Películas, performances,
alguna que otra canción, de todo ha habido, y si bien es legítimo y
deseable que alguien diga algo, aunque sea envuelto en gasa y humo,
es definitivamente triste que los artistas no puedan, con el resto de
los cubanos, pensar y hablar libre y claramente y que tengan que
jugar a ser disidentes, a inventarse retruécanos y alegorías, a
rozar al tigre con el pétalo de una rosa, porque, a veces, hasta la
ramita es demasiado agresiva para una bestia obtusa e intolerante.
havanero el es como la cantimplora no lo soporto me suena engreido y demas
ResponderEliminarYo creo que sí lo es, o al menos esa es la imagen que proyecta
ResponderEliminarHay que gritar algo pero bajito, porque los viajes y el carrito y la merienda de los hijos...desafortunadamente.
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