Un post de Charlene me trajo, o más bien me llevó, a esa difícil y sencilla época, cuando las 10:00 de la noche del sábado era el comienzo de la fruición, del gozo, la cima hacia la cual nos arrastrábamos toda la semana: las películas del sábado. Y es que, efectivamente, no había nada más.
La primera vez que leí sobre la importancia de las películas de sábado en la vida de los cubanos fue en una de esas mordaces historias de H. Zumbado en la cual se describía la angustiosa semana de un tipo que sólo soñaba con ver las películas del sábado y que se quedó dormido justo al comienzo de la primera.
Aquellas películas eran la Ventana, el Balcón, la bocanada de aire fresco, el vaso de agua fría. Allí estaba la oportunidad de asombrarse, de enterarse de que existían cosas maravillosas, de ver como vivía la gente en el mundo exterior, de soñar, de exclamar “Coñóoo...” y quedarse con la boca abierta, como lo hice yo una vez que ví a un personaje de una de esas películas descolgar un teléfono público, marcar unos dígitos y escuchar los mensajes que tenía en la grabadora de mensajes de su casa.
Para algunos era el encuentro familiar, para otros era el escape. Un amigo las veía en casa de la novia y los dos aprovechaban el intermezzo, que por aquellos tiempos se llamaba De Sábado para Domingo, para hacer un amor de conejos desesperados en el descanso de la escalera del apartamento, desierta a esa hora de recogimiento. A alguna novia la dejé en su casa demasiado temprano y rumiando desconfianzas por irme corriendo a ver Dune. Y un apagón me llevó al borde de la desesperación el sábado que por fin pusieron la Guerra de las Galaxias y sólo me quedó el triste consuelo de escuchar el canal 6 por la FM, tratando infructuosamente de entender el puñetero inglés y escuchando fascinado los sonidos de los efectos especiales.
Nunca más he logrado disfrutar de una película con tanta intensidad como en aquellos tiempos. Las he visto en inmensas pantallas o en la sala de mi casa, con sonido THX en un cine o con un ensordecedor 7.1 en mi casa. Pero ya no está aquella dulce expectación, esa sensación de estrenar algo nuevo todas las semanas; el sábado cambió de cara y no me dí cuenta.
¿O será que se acabó la magia?
se acabó, querido, se acabó hace rato
ResponderEliminarUaaaaaa!!!!
ResponderEliminarpongámonos mejor para nuestras estadísticas, que al menos las mías este fin de mes, andan en candela
ResponderEliminarFin de mes... UUUUUUUUAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!
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