Un colega del trabajo, que entró a trabajar aquí casi al mismo tiempo que yo, se puso matemático a la hora del almuerzo y explicó que si trabajamos en este lugar durante 25 años nos podíamos retirar con el 50% del salario ganado en los últimos tres años y que eso, unido al retiro de la seguridad social y a nuestro seguro médico, daba para vivir retirado en la Florida sin mayores preocupaciones.
Sólo la de mantenerse vivo para disfrutarlo, casi le digo, y me acordé de la casi depresión que tuve mi primer día de trabajo, años ha y recién graduado de la universidad, cuando miré a mi alrededor, al reloj que no avanzaba, a la gente aburrida y demasiado adulta que me rodeaba, y me sentí aterrado por la idea de que el resto de mis días, hasta ese día feliz en que parece me iré a languidecer a la Florida, sería así.
Claro, siempre queda el triste consuelo de las comparaciones crueles: conozco personas retiradas en Cuba, y no sólo los clásicos viejitos de las colas sino que incluyo a ex-coroneles MININT, ex-directores, ex-cuadros de la Revolución, que están incubando demencia ante el olvido en que han caído y el encontronazo con la realidad de los cubanos de a pie.
Vaya, que hay que estar agradecido hasta con ese impredecible futuro que está a un cuarto de siglo de distancia. Y es que a veces falla eso del pájaro en mano mejor que cien volando... o a 25 años vista.
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