jueves, 9 de febrero de 2017

W Flagler St

Tan mestiza, esa calle.

De apellidos García, Martínez, de nombre cualquiera. Villa Clara, ya no al norte, y la Perla del Sur, ni perla ni al sur, colindan con prestamistas que prometen adelantar el sueldo al necesitado, y aquellos con bakeries, coladas dulcísimas, hojaldre incompatible con lo desabrido del bagel y la pasta del queso crema. Calle a la que le iría bien lo polvoriento; lugares que bien pudieran ser Alta Habana, Versalles, el de La Lisa, o el reparto Chivás, justo antes de la rotonda.

Gente de Zona se anuncia en un lumínico que comparte con una compañía de seguros que no conozco y esta con un abogado que promete desfacer entuertos de todo tipo, consulta gratis; Cuballama, la fritanga, viaje a Cuba, templos, cementerios, un aire familiar que se me encima y me disgusta.

Todo parece más plano aquí, en esta ciudad plana; casas chatas, agazapadas, esperando el próximo huracán; calles no aptas para chivichanas pero sí para bicicletas. Flagler, que huele a grasa de puerco, y me cuesta pensar que estoy transitando por el eje sobre el que se arquea Miami, y no atravesando San Miguel del Padrón.

Sofocante, Flagler habla en español; merece ser caminada para aquilatarla en su justa medida y no transitada en la prisa del auto. Calle que es una puta frontera, nuestra frontera, y no sé si habrá muchos que se percaten de ello.

***

Aguacates maduros, anuncia una manta atada a la parte trasera de una pick up que transita lentamente por el carril derecho.

Letrero pegado al cristal, justo detrás del chofer: “Warning: I don´t call 911”, y una imagen de una mano que sostiene un revólver me apunta a la cabeza. La luz verde. Una fracción de segundo y suena el claxon del carro de atrás.

¿Es como la Sig Sauer? No, es de cañón de tres pulgadas, ah, y el rifle tiene mira laser, del army, una belleza, ¡una belleza!”

Tres de guayaba, tres de queso, tres de carne, tres de chorizo, tres de coco, una colada y un Ironber, con hielo.”

Alquilamos una casa en los cayos, con muelle, nos vamos en la lancha y (atracamos, fondeamos, parqueamos, qué cojone) allí, volao, tres días, pescando, comiendo pescado.”

Las yaguas llueven. El viento las arranca de las palmas y las suelta de inmediato. Caen, susurrando, un golpe blando sobre el concreto recalentado por el sol de un mediodía asombrosamente tibio.

***

W Flagler St., no sé a derechas por qué, sin que nada pueda evitarlo, me entristece.

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