En los últimos cincuenta y
ocho años solo en una ocasión tuvo lugar una protesta espontánea
en Cuba como resultado del crónico e imparable declive
socioeconómico de la involución cubana.
Fue en Agosto de 1994, un par
de meses antes del nacimiento de mi hija menor que ahora, mientras
escribo este texto, revisa en su teléfono su correo electrónico,
sentada en el sofá al alcance de mi mano, a dos mil kilómetros y
veintidós años de distancia del Malecón inquieto y de la isla
náufraga que hace apenas unos días se ha quedado sin salidas de
emergencia.
Era, por aquel entonces, la
sazón del desastre bautizado, por Ustedes saben quién, con el más
cínico eufemismo: Período Especial.
Período, que de cierta forma
ya nunca se superó ni ha terminado, que de especial no ha tenido
nada, y sí mucho de calamitoso; crisis galopante que el desmorone
del Segundo Mundo y su socialismo de consignas y banderola dejó tras
de sí y, mientras el Malecón ardía en aquel Agosto, yo regresaba
de Pinar del Río, donde había pasado una quincena buscando un
tesoro extraviado y comiendo una pasta rosásea, nauseabunda, mechada
con tramos de venas inmasticables, trozos de cartílagos, y pingajos
de blanquecinos pellejos de indescriptible orígen.
Era la época todavía de
Ustedes saben quién, que en paz no descanse, y de sus muchos
delirios, y a mi regreso allí lo ví, en la televisión, arropado
por sus manadas de cuadrúmanos del Contingente Blas Roca, paseándose
con un insoportable aire triunfal por las calles despejadas a golpes
de cabilla y garrote, vacías ya de aquellos habaneros que habían
gritado, por primera y única vez, tras decenas de años de silencio,
su desespero.
Unos días después Cuba
reventaba de nuevo como una pústula infectada, yo perdía amigos que
nunca más he visto, y comenzaba el tercer y penúltimo éxodo cubano
del siglo XX, el de los balseros.
***
La apuesta más recurrente de
estrategas foráneos, opositores de dentro y fuera, anexionistas,
independendistas, patriotas y patrioteros, ha sido, siempre fue, que,
si se atenazaba a Cuba con firmeza, si se sofocaba a los cubanos con
tenaz agarre, la presión resultante quebrantaría el status quo,
haría estallar el país, precipitaría un cambio definitivo y sería
el comienzo del fin de lo que hay ahora y la iniciación de la nación
cubana como país tercermundista capitalista; o sea, de un desastre
diferente.
Para soportar esa apuesta
durante años se colocó en la mesa de juego del conflicto entre los
gobiernos de los Estados Unidos y Cuba el bloqueo comercial, el
aislamiento político, presiones, leyes, disposiciones, forcejeos y
desencuentros de todo tipo.
Eventualmente, quedó
demostrada la inutilidad de estrangulamientos económicos y
acogotamientos comerciales: nada sucedió. Tampoco dió resultado lo
contrario, la política de terciopelo de Obama.
El gobierno cubano, ni bajo la
hostilidad de diez Presidentes americanos, ni ante la política
aperturista de “mano tendida“ del Presidente Obama, se ha
siquiera tambaleado. La pretendida presión escapó en barcos, se
asiló en embajadas, huyó en balsas, en aviones, viajó de la mano
de coyotes a través de selvas, de Centroamérica, de las Antillas o
aterrizó blandamente, hija, nieta de español, en el aeropuerto de
Miami.
Los analistas tratan de
endilgar esa pertinaz supervivencia del desgobierno cubano
precisamente a esas huídas recurrentes de los cubanos, partiendo de
la premisa de que, los que huyen, son los más decididos y
aventureros, los que pudieran rebelarse en una contra-involución y
terminar con castrismos, Castros y secuaces.
Insisten en que, por culpa
precisamente de los Estados Unidos, se han dado esos salideros que no
dejan aumentar la presión, gracias a la Ley de Ajuste, y la recién
abolida disposición presidencial llamada Pies Secos/Pies mojados
(PSPM).
Quieren creer que los héroes
cubanos están en la nación exiliada, y en la que quisiera
exiliarse, y que solo el taponeo de la frontera -no de la cubana,
sino de la estadounidense- traerá el cambio a Cuba.
Esa es la teoría.
***
Unas personas son entrevistadas
en La Habana. Les invita el periodista -de un medio digital, no
oficial- a que opinen sobre la derogación de la política de PSPM.
“Yo creo que es bueno para
los cubanos que eso pase...”, dice uno. “Yo no sé, ¿qué tú
crees?”, replica otra. “No es conveniente que la gente se ahogue
tratando de llegar a los Estados Unidos...”, comenta un tercero.
Otros responden con frases más o menos trilladas, absurdas, casi
ininteligibles. Uno incluso menciona una victoria de la Revolución.
“La gente en Cuba no tiene
cabeza para otra cosa que no sea la comida y la supervivencia”, me
dice mi hija, que a mi lado observa el video, “Para colmo, cuando
tienen que hablar de un tema importante que se sale de la cosa
cotidiana, adoptan automáticamente el lenguaje del Noticiero”,
acota. “Ya ni siquiera saben pensar o hablar por sí mismos...”,
concluye, y la tristeza le empapa la voz.
Esa es la práctica.
El fundamento de la permanencia
de los Castros en el poder radica en el apoyo de los cubanos de
adentro; ya sea por inercia, convicción, adoctrinamiento, temor, o
simplemente por supina ignorancia de las circunstancias en que viven
y del mundo exterior sobre el que les escamotean información,
presentándoles una realidad adulterada e inquietante.
El resultado es que la mayoría
de la población cubana, cliente además del abrevadero igualitario
de la educación y la salud, nunca se opondría abiertamente al
gobierno.
No creo entonces que el cierre
de las vías de escape, cegadas sorpresivamente por Obama justo antes
que terminara su Presidencia, vaya a crear ese esperado malestar, la
gran desesperación, la definitiva frustración en esos que no
pudieron escapar a tiempo, y que veamos otro Maleconazo.
La apuesta entonces sigue
intacta, y con las mismas posibilidades de ganarse, o sea, casi
nulas. Para colmo el 2017 no es, ni remotamente, 1994.
Pero, además del miedo y la
desidia, conspira en contra de esa apuesta uno de los aspectos más
característicos de los cubanos contemporáneos: el individualismo.
Los cubanos no forman comunidad, ni dentro ni fuera de Cuba, y sus
planes y prioridades están exclusivamente enfocados al mejoramiento
de su estado material personal. No de su cuadra, de su ciudad, de su
pueblo, de su país: solo de sí mismos.
Compulsados a sobrevivir
durante décadas de estrecheces de materiales e intelectuales, la
idea -tantas veces mezclada y confundida con el chovinismo más
pedestre- de Nación Cubana, ese ente supragubernamental, orgulloso,
contestatario y progresista que propiciaría los cambios, no existe:
ha sido sustituida por el “conmigo o contra mí”, por el “Por
la Patria, la Revolución, el Socialismo”, por el absurdo
convencimiento de que los males cubanos vienen del extranjero, desde
ese mismo lugar donde están las soluciones para esa masa menor,
apolítica, pragmática, oportunista, que solo quería huir, y no
pelear.
***
Cuba, para desgracia de los que
allí viven, seguirá siendo el lugar donde naufragan los cubanos. El
futuro, ese que se decía tenía una salida de fin biológico, con la
muerte de Fidel y Raúl, ya es casi pasado, y se muestra más difuso
que nunca.
El Malecón, frontera habanera, ahora solo es un paseo apacible para turistas de medio pelo, sitio obligado de reunión para jóvenes que se evaden en las madrugadas, a falta de un lugar para donde huir, bebiendo ron tibio de cajas de cartón.
El Malecón, frontera habanera, ahora solo es un paseo apacible para turistas de medio pelo, sitio obligado de reunión para jóvenes que se evaden en las madrugadas, a falta de un lugar para donde huir, bebiendo ron tibio de cajas de cartón.
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