Es otro empujón en esta pulsada de baja intensidad, que parece ser el signo de estos tiempos de Obama-general heredero.
Es decir:
EEUU quiere Internet para todos, porque aquello de que “The truth will set you free” -que está en la Biblia, por cierto, no en la Constitución de los Estados Unidos- es la esperanza de los que creen en las libertades individuales, esas que sí están descritas en dicha Constitución y que nosotros acá, aunque a veces no conozcamos todas las verdades, disfrutamos.
Por su parte, el desgobierno cubano sabe que el adoctrinamiento, el NTV, el Granma, y la legión de desinformadores que ha graduado el descascarado sistema educativo cubano, pues no son, al decir de un entrañable amigo, ni medio piñazo después de un paseo por Internet y sus inagotables fuentes de información.
Saben además, dictadores, censores, ideólogos y desinformadores, que la verdad de su miseria es terrible, y la quieren mantener así, camuflada en lo oscurito, mientras que en la luz se dedican a transferir al extranjero causas, culpas y responsabilidades, con el mismo desparpajo y diligencia con que la familia gobernante transfiere el dinero de los cubanos a sus abultadas cuentas bancarias en Panamá, Islas Caimán o Suiza.
Creen entonces ambos, americanos y cubanos, que Internet es la clave para el guaguancó del derrumbe. Se esperanzan aquellos, y temen estos, los dictadores, que una vez los cubanos puedan entrar y salir de Internet a su antojo, y enterarse de que su país es un desastre aun mayor que el que están viendo a su alrededor, un cambio se va a precipitar.
Les aterroriza la idea de que ser cultos es una manera de ser libre, que la verdad os hará libres; que lo que escriben plumas de peso pesado, y diletantes como yo, vaya a desatar la nueva Revolución, de rosca derecha; que sea esa la avalancha final, el barredor de tristezas que implacable se paseará por las grandes alamedas.
Y etcétera.
Leo entonces las recientes declaraciones del embajador Daniel A. Sepúlveda, subsecretario adjunto del Departamento de Estado de los Estados Unidos.
El señor explica que los monstruos estadounidenses de la comunicación han sido por fin liberados de sus cadenas y están listos para avalanzarse, como una fuerza más, sobre Cuba la incomunicada; propone además que se tienda un cable submarino Habana-Miami, que no basta con ese misterioso que se dice existe entre Venezuela y Oriente; que es necesario que ETECSA se abra al mundo para que el mundo se abra a ETECSA.
Y pienso al leerlo en cuán ingenua es la posición de los Estados Unidos, aunque esté basada en ese milenario y archiprobado instrumento de control de masas que es la Biblia.
Por otra parte, la reacción de ETECSA, ese títere gubernamental que monopoliza las cosas de la comunicación, me reafirma cuán idiotas son estos dictadores de pacotilla que, aterrorizados hasta de su propia sombra, ni siquiera entenden a sus súbditos.
Si la mayoría de los cubanos tuvieran ese acceso libre a Internet (vamos a obviar por el momento el hecho de que la mayoría no puede pagar ese servicio); si pudieran leer entonces los cubanos lo que quisieran, si estuvieran incluso en la disposición de sacar conclusiones de ello, nada va a pasar en Cuba.
Lo que sucedería es que, en realidad, los cubanos preferirían hacer lo mismo que hace el resto del planeta: buscar porno, juegos, horóscopos, deportes, Kardashian y Justin Bieber.
Porque además, en Cuba, nadie, ese “nadie” estadístico que engloba a esa inmensa mayoría insolvente e indiferente, nadie, insisto, está para la cosa política ni para leer cosas como esta que escribo.
Sin embargo, a pesar de ello, creo que hay que agradecer el esfuerzo del gobierno estadounidense: es bueno que alguien esté determinado en eregirse en campeón interino de los derechos de los cubanos, que ni siquiera saben de sus derechos.
Al cabo, dentro de esos derechos, entre esos no escritos e imprescindibles, está también el de masturbarse frente a la pantalla de una computadora.
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