Hace un par de años y más, durante mi última visita a mi familia en Cuba, le compré a un artesano de la Feria que está en la Avenida del Puerto en La Habana, por módicos veinticinco CUC, una pistola de madera, magnífico modelo de aquellas con fulminante de pedernal que usaban Emilio de Roccanera, señor de Ventimiglia, también conocido por el Corsario Negro, por los tres mosqueteros y por el Conde de Montecristo.
Bien hecha, con buen gusto, hasta las diminutas tuercas eran de madera, la compro, me dije, para adornar mi nostalgia por historias que ya no leo.
Pero es frágil, me advirtió el vendedor; la rodeó entonces con un cartón, envolvió el paquete con una cinta adhesiva, tomó su dinero, muchas gracias, y la coloqué en mi equipaje de mano para que no se me estropeara en el viaje de regreso.
En el aeropuerto de Miami, cuando pasaba por los controles de seguridad para abordar mi avión a Nueva York, me ordenaron salir de la fila y hacerme a un lado; llegó entonces Homeland Security, cuatro guardias sacados de su aburrimiento por la novedad, comandados por un viejo idiota que sentía que había detenido al Unabomber, abrieron mi equipaje, sacaron la pistola de palo de su envoltorio, y llamaron al Miami Police Department, dos oficiales que me observaban con más curiosidad que sospecha, que me interrogaron y solicitaron mi background por radio.
Después de 45 angustiosos minutos, finalmente me dejaron pasar; “Que lindo está este adorno, tú...”, dijo con acento habanero una de las oficiales de Homeland Security; “Really, a gun replica at the airport? It was really stupid...”, sentenció la oficial del MPD, mirándome con sorna.
Me decomisaron la pistola de piratas, y yo tuve que correr como un demente, arrastrando a mi esposa que estaba al borde de un ataque de histeria, y a mi hijo que no entendía qué sucedía, para alcanzar a abordar el avión que ya casi se nos iba.
Un par de meses después me llegó una multa por intento de entrada a la cabina de un avión con una replica de arma de fuego; tuve que contratar un abogado, pagar la multa y asegurarme de que eso no quedara en mis antecedentes.
Todo ello por una pistola de madera, modelo siglo XVII, y por mi mala idea de llevarla en el equipaje de mano.
Hoy leo que el FBI “está considerando” tratar la masacre de San Bernardino como un “posible”, solo posible, caso de terrorismo...
No jodas. ja, ja, Ja. En todas partes cuecen habas. La Eterna Estupidez Humana.
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