lunes, 8 de julio de 2013

Raúl, Guamá ! / compañeros de verdá !

Raúl Castro acaba de anunciar oficialmente su nuevo descubrimiento: la sociedad cubana contemporánea es inculta, maleducada, regetonera y llena de mierda de perro. Pero esta vez hizo gala de pudor y no le echó la culpa a los Estados Unidos. Estamos progresando.

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Alguien me dice que el atentado de Boston fue orquestado por los rusos para enemistar a los EEUU y a Chechenia. Sigue la mierda de perro haciendo estragos...

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Agenciahavanaturcubatuuunnr...” Algo así es lo que una señora responde en la agencia con la cual hay que confirmar que vas a usar el pasaje de regreso a los Estados Unidos, y lo hace con voz abúlica, nasal, despojada de cualquier vestigio de amabilidad. 

“Buenos días, llamo para confirmar el vuelo tal y tal este miércoles, por favor”, le digo. “Pero que día es mijito, mira en el boleto”, me responde la señora y yo, malacostumbrado que estoy a tratar con personas decentes, no tengo más remedio que decirle, ”Oye chica, ¿y tú no tienes un calendario?” Después, como dijera Heráclito de Efesos, pues todo fluye.

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El portero en el aeropuerto José Martí me pregunta si voy a a salir de nuevo, una vez haya chequeado el equipaje y pagado el impuesto por el uso de las instalaciones, que son 25 CUC. Si, le digo, “Entonces cuando salgas me das algo...”, me dice, sin sonreir, sin un guiño de complicidad, ni siquiera se sonroja.

Adentro, empleados de aduana, oficinistas varios, y una señora uniformada que está afuera del baño, me asedian para que les venda CUC. Esta última me recrimina que no le dí propina después de mear, eso sí, con simpatía y donaire (la recriminación, no la meada). Por un momento considero reunir al portero y a la señora para que intercambien experiencias sobre relaciones públicas.

Adentro aun, cinco personas con caras de lunes por la mañana, detrás de un mostrador de una minicafetería, y nadie me atiende. Suspiro y regreso con mi familia que me espera en la olla de presión de ese dia nublado. El portero me mira con ojos de pescado fuera de frio, y me parece que esta vez sí se sonroja, pero por la frustración de no recibir “algo”

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¿Para qué quiere alguien un Iphone en plena Habana, por no mencionar las afueras? Especulación, me dicen.

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Una mujer habla en el televisor con un sonsonete optimista que recuerda la voz que te dice en los aviones que todo va a estar bien en caso que te desplomes en medio del oceano, siempre que te pongas el salvavidas.

Y así, sonriendo y también sin sonrojarse, aunque es difícil apreciar eso, pues la muchacha es mulata y la señal trae mucha “llovizna”, así, tan sólo así, ella anuncia que “el compañero Guamá fue asesinado por su hermano por haberlo sorprendido con su esposa, es decir, su cuñada”

Y cierra el programa con imágenes de unos taínos, con cara de carabalíes, pescando, cocinando casabe y bailando areito. Como si no bastara con la llovizna, la imágen es añejada con rayones e imperfecciones que recuerdan las películas silentes. La música de fondo, un guaguancó.

Pero la imagen que perdura en mi mente es una taína encuera que sale corriendo por la ventana del bohío, mientras el esposo, hermano de Guamá, empala a este último con una coa, gritando “¡Indio singao!”

Y entre el guaguancó y las carcajadas, se escucha la voz del sentido común de mi padre, al cual tanto absurdo ya no asombra: “¿Y cómo se habrán enterado de ese chisme, tú?”

Quedo entonces a la espera de más noticias sobre las interioridades de las vidas de Hatuey, Guarina, Diego Velazquez y Pepe Antonio.

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