"Unión de Reyes llora..."
Días atrás veía la noticia de que el gran comediante cubano Guillermo Álvarez Guedes estaba ingresado en un hospital de Miami. Eso no es nada, pensé, seguro es un malestar pasajero, y todavía hay Álvarez Guedes para rato. Y me equivoqué.
Hoy, me sorprendió la noticia de su muerte, y me ha entristecido profundamente. Y si bien yo no tuve el privilegio de conocerlo, ni siquiera de verlo alguna vez en vivo, Álvarez Guedes está asociado a mi vida de una manera definitiva.
Lo escuché por primera vez, divertido por su humor tan criollo y su voz de jodedor cubano, y a la vez sorprendido por tanta irreverencia política, en la estática Cuba de finales de los 70. Un amigo tenía un par de cassetes suyos, que alternábamos con el “Spirits Having Flown” de Beegees en una radiograbadora acabadita de llegar del “Norte” junto con los cassetes, y nos sentábamos a escucharlos en los escalones del portal, mientras sus tías visitantes lloraban a moco tendido en la sala, abrazadas a su hermana, lamentando los años perdidos.
Hoy, me sorprendió la noticia de su muerte, y me ha entristecido profundamente. Y si bien yo no tuve el privilegio de conocerlo, ni siquiera de verlo alguna vez en vivo, Álvarez Guedes está asociado a mi vida de una manera definitiva.
Lo escuché por primera vez, divertido por su humor tan criollo y su voz de jodedor cubano, y a la vez sorprendido por tanta irreverencia política, en la estática Cuba de finales de los 70. Un amigo tenía un par de cassetes suyos, que alternábamos con el “Spirits Having Flown” de Beegees en una radiograbadora acabadita de llegar del “Norte” junto con los cassetes, y nos sentábamos a escucharlos en los escalones del portal, mientras sus tías visitantes lloraban a moco tendido en la sala, abrazadas a su hermana, lamentando los años perdidos.
Ahora yo tengo todos los discos de AG, están en mi ipod. Son una galería de cubanía, de humor criollo del bueno, por donde se pasean comemierdas e hijoeputas, pero nunca un pesao, porque en Cuba se puede ser cualquier cosa, pero no pesao.
Mi madre idolatraba a Álvarez Guedes. Se reía hasta perder el aliento, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Y a su vez, le encantaba verme reir como un tonto con un cuento acerca de un tipo al cual no dejaban contar una historia, y que termina en un trepidante galimatias acerca de vacas, rayos y mala suerte. Mi hermano, por su parte, siempre trató de contar sus chistes, pero nunca se le dió. Y eso que son tan buenos los chistes de Álvarez Guedes que casi cualquiera puede pasar por alma de la fiesta cuando los cuenta, pero no mi hermano.
Recuerdo una ocasión en particular en la que Álvarez Guedes me salvó del tedio. Fue mientras, sentado en un lugar en La Habana llamado “El Cocodrilo”, escuchaba a unos tristes comediantes desgranar chistes groseros que hablaban de jineteras cubanas, mexicanos y europeos jineteados, el hambre, y de la felicidad que representan las heces firmes, pues diz que son síntoma de que se comió carne.
Quizás fuí el único que no reía aquella noche, y me daba pena con el amigo que me había invitado a aquel lugar como a la gran cosa. Y recuerdo que me evadía pensando que un día feliz, no lejano, Álvarez Guedes traería a sus coños, a sus comemierdas y sus joeputas de regreso a la isla, y llenaría teatros y plazas con humor del bueno, tan diferente de aquella cosa decadente y gris que en "El Cocodrilo" asombrosamente arrancaba estentóreas carcajadas a toda aquella gente semiembriagada.
Pero, desgraciadamente, también me equivoqué.
Se nos fue entonces el mejor comediante cubano de todos los tiempos, y sé que lo vamos a extrañar.
Recuerdo una ocasión en particular en la que Álvarez Guedes me salvó del tedio. Fue mientras, sentado en un lugar en La Habana llamado “El Cocodrilo”, escuchaba a unos tristes comediantes desgranar chistes groseros que hablaban de jineteras cubanas, mexicanos y europeos jineteados, el hambre, y de la felicidad que representan las heces firmes, pues diz que son síntoma de que se comió carne.
Quizás fuí el único que no reía aquella noche, y me daba pena con el amigo que me había invitado a aquel lugar como a la gran cosa. Y recuerdo que me evadía pensando que un día feliz, no lejano, Álvarez Guedes traería a sus coños, a sus comemierdas y sus joeputas de regreso a la isla, y llenaría teatros y plazas con humor del bueno, tan diferente de aquella cosa decadente y gris que en "El Cocodrilo" asombrosamente arrancaba estentóreas carcajadas a toda aquella gente semiembriagada.
Pero, desgraciadamente, también me equivoqué.
Se nos fue entonces el mejor comediante cubano de todos los tiempos, y sé que lo vamos a extrañar.
Y de nuevo Unión de Reyes llora, esta vez porque Gullermo Álvarez Guedes murió.