Alguna vez leí que nadie se baña dos veces en el mismo río. Sin ambargo, habria que acotar que tampoco es la misma persona la que entra al río las dos veces.
Hace mucho, cuando visité Cuba después de cuatro años de ausencia (involuntaria), me encontré a un país tan detenido en el tiempo que parecía otro mundo. Si algo había cambiado en ese entonces, éste habría sido yo, incapaz de ver sin asombro mi vida anterior.
He estado en Cuba muchas veces desde entonces. Nunca encontré que algo fundamental haya cambiado. En el camino del aeropuerto a mi casa siempre veo los mismos grupos de personas en las paradas, donde me veo a mí mismo, las mismas calles casi sin señalamientos, como si todavía las recorriera en mi bicicleta, las casas despintadas, las vallas con su agotado mensaje político. Me asombra que me asombren detalles insignificantes, como las chapas de los carros que me parecen ridículamente artesanales y deslucidas.
Paso por lugares que alguna vez fueron parte de mi día a día: el entronque de la CUJAE, Capdevila, Vento, la Fuente Luminosa, la Ciudad Deportiva, Palatino, Via Blanca, el barrio que se cae a pedazos. Encuentro a la gente desgastada , envejecida, pero siempre con una sonrisa franca y una pregunta ingenua.
Si encuentro algo nuevo es en mi casa, que ya no es la misma: hay otros muebles, otros colores en las paredes y todo está más viejo y desgastado. Pero, a pesar de eso, de inmediato la realidad revisa mis recuerdos y todo es igual otra vez: la herrumbre en los balaustres de la escalera, las manchas de humedad en la pared de la casa contigua, la cacofonía de ladridos, diálogos a gritos, música y los metálicos gongs que escapan de las cocinas. Los olores son los mismos y todavía el motor del agua es un tema central.
Quizás vaya de visita en unos meses, si todo sale bien. Quiero ver a mis padres, escucharlos y decirles sonriendo que todo está bien y me iré de nuevo con toda la tristeza que mi país me provoca y con toda la incertidumbre de cuando los veré otra vez, a todos, a mis padres y a mi país.
Todo es parte del precio de vivir aquí y, aunque es ocioso, no puedo evitar preguntarme en ocasiones si no es demasiado.