He estado siguiendo con
interés el periplo de Yoani Sánchez, y varias cosas son notables.
La primera, es que la
atención que ha logrado YS en algunos medios de prensa y, por
supuesto, entre los cubanos exiliados, ha ido creciendo cada vez más, y
ya es enorme. No deja indiferente a nadie, y eso es magnífico.
La ecuanimidad de Yoani
Sánchez, y su capacidad para demoler con frases sencillas y cortas,
es asombrosa. Pobre de Reinaldo Escobar cuando tiene que discutir con
ella.
Muchos de los que la
querían quemar con leña verde después de sus declaraciones en
Brasil, hoy la reverencian. Rectificar es de sabios.
En las fotos que se toma
con admiradores y amigos se le nota algo de agotamiento. Su
expresión, por lo general, es seria, reconcentrada, casi aburrida, y
contrasta con el natural entusiasmo y expresión sonrientes de los
que la rodean. Ojalá que no deje de disfrutar lo que está haciendo.
Definitivamente su apuesta
por la era digital y las redes sociales, junto con su discurso
sencillo y fresco y, por supuesto, su inteligencia e ingenio, están
dando excelentes dividendos. En cierta forma, ha rescatado a la
disidencia cubana.
Y su cuidadosamente
diseñada imagen descuidada, casi sesentera, se ha convertido en algo
fácil de identificar, ya casi simbólico. Buen marketing.
Una amiga me decía al principio de la gira de
YS que iba a ser difícil que ésta se mantuviera en las
noticias, que una noticia no duraba mas de tres dias. Y claro que
tenía y tiene razón. Lo que sucede es que Yoani resurge cada un par
de días, y de nuevo gana espacio para otros tres días.
Suerte para ella, que, sin
saberlo nos está devolviendo el orgullo a muchos.
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